Cuando se habla de hermanos que dieron el paso juntos a ese mundo tan increíble, grandioso y con vaivenes terribles en su misma entraña como es el de los toros, traigo aquí a dos de ellos, creo que los últimos en incorporarse a la nómina de los Bienvenida, Campuzano, Luguillano, Adame, Rivera Ordóñez… y tantos como han llevado a las plazas de toros su pasión, su arte y sus ganas de hacer las cosas. Se trata de dos jóvenes valores formados en la Escuela taurina de Colmenar Viejo que lleva el nombre de su alma mater Miguel Cancela. Ambos son madrileños, de San Sebastián de los Reyes, acogidos a la tutela de su Cristo de los Remedios y de la ilusión de su padre Blas García Perdiguero.
Fue hace tiempo, cuando Diego era casi un infante con diez años y su hermano mayor Álvaro con los catorce habían acudido al concurso que todos los años se celebra en Rioseco con la denominación del «Certamen de tentaderos» Ciudad de los Almirantes cuando les conocí y les vi actuar por primera vez, especialmente al mayor, en la ganadería de Valdellán de Fernando Álvarez Sobrado en el primero de los ejercicios públicos y de competición que debía afrontar ante una erala santacolomeña de esas que quitan el hipo y hacen aprender a base de tesón, rapidez, golpes y bravura.
Y a Diego, cuando una noche en Fuentesaúco, tras la entrega del «garbanzo de oro» a su hermano Álvaro por parte de Santiago Martín «El Viti» dio unos lances de salón con un capotillo al uso y dobló el cuerpo de tal forma en una media verónica que, como las que recuerdo de Paula en Málaga, aún no se me ha borrado de la memoria y comentamos, mi amigo Fermín y yo, «este chico va a ser torero». El domingo pasado 3 de septiembre en Torrelaguna los lances a la verónica de Diego quedarán marcados y señalados en quienes vieron en directo su actuación garbosa, triunfal, elegante, señorial.
Mañana en Sotillo de la Adrada su hermano Álvaro volverá a la plaza serrana plena de afición donde el triunfo lo ganó a pulso el año pasado, para dar cuenta de una novillada de Victoriano del Río formando terna con Fernando Flores y Jesús Mejías y luego vendrán más compromisos adquiridos.
El reconocimiento de muchos aficionados a esta familia de toreros donde dos de sus hijos han decidido echar la pata alante para servir a esta vocación de torero quiere hacerse aquí desde este medio que los vio nacer y empezar en el mundo de la Tauromaquia, deseándoles toda la suerte y ánimo que puede precisar un diestro en su actividad. Álvaro y Diego García, dos muchachos ya mozos y viviendo la vida llegan con toda la ilusión, el esfuerzo y el trabajo dedicados a la grandeza de ser toreros.
FOTO: José FERMÍN Rodríguez
Manuel dice
Estos son mis TOREROS.
Con ellos siempre.