Dos toros colorados de los Hermanos García Jiménez, uno de nombre «veraneanto» y otro bautizado como «habanero» fueron de lo mejorcito que se ha visto hasta la fecha, aunque, y siempre habrá que poner algún pero, tan solo recibieron un picotazo, tal como el resto del encierro muy de Jandilla, bien armados, de diverso comportamiento y cantando la gallina haciendo amago de rajarse al final de las faenas.
Tres toreros de variada presencia, Talavante, de azul marino y oro, tercero en discordia que entró en el cartel en sustitución de «El Cid» cogido ayer en Navalcarnero, fue sin lugar a dudas el que mejor toreo hizo al que cerraba plaza. Entregado, esforzado, haciéndolo todo bien, superando las rachas de viento que le destaparon en alguna ocasión, pero clavando las zapatillas en la arena e instrumentando una faena aclamada por el público que hubiera sido merecedora de las dos orejas siempre que hubiera acertado con los aceros. Pero la espada supone un calvario para Alejandro y hasta fue feísima la estocada caída tanto que hizo guardia, apareciendo por el lateral del morlaco. No obstante los aplausos del respetable fueron atronadores, merecidos, dados con gusto. En su primero, que se le rajó, también lo pinchó y nada pudo hacer con el ejemplar. Se colocaba pero el toro, cabeceando y lanzando el derrote a mitad del muletazo, descompuso al torero. Puede decirse que Alejandro Talavante fue la cara y la cruz en su lote. Hizo lo peor y lo mejor de la tarde.
Fijaba el cartel al maestro Julián López EL JULI, nazareno y oro, que estuvo honrado consigo mismo y con los espectadores, sometiendo a la res que abría plaza, paradójicamente de nombre «amargado», pero con el fue imposible fajarse por lo bastote del animal y del comportamiento. En su segundo de nombre «tequila» aguantó el parón del animal y le dio un par de series más afortunadas que bellas. Donde estuvo colosal fue en las dos estocadas dadas a ley, tirándose al morrillo en la primera y un magnífico volapié en la segunda dando un pequeño saltito y llegando a tocar los rubios del toro. Dos espadazos como se dice que tiraron a sus enemigos sin puntilla. Pese a la petición escasa del público, el Presidente Félix Feliz le otorgó la oreja que paseó por el anillo, seguramente y con buen acierto por lo formidablemente que ejecutó la suerte suprema.
A laz postre el triunfador de la terna fue esta vez el segundo en discordia David Fandila EL FANDI, de mostaza y oro. Que su preparación física es de atleta nadie lo niega y que su ilusión por agradar es evidente y tampoco puede ponérsele ni un pero al valor que desarrolla en su faena.
Al colorado lidiado en segundo lugar lo recibió con tres largas de rodillas que puso la plaza a revientacalderas, olvidándose el público que no había habido ni suerte de varas ni nada por el estilo. Solo un picotazo dado por Juan de Dios Quinta por cumplir el expediente. Llevó el toro al centro del ruedo y allí de rodillas le arreó una tanda al morlaco muy aplaudida. Los adornos finales prepararon al toro para la suerte suprema que la hizo recibiendo, como tiempo ha que no se veía por estos lares. Hizo humillar con la izquierda al animal y metió en el hoyo de las agujas el estoque hasta la bola. La gente, loca y enardecida, sacó los pañuelos y exigió las dos orejas del toro que le fueron concedidas. En el otro de su lote, quinto de la tarde de nombre «asirio», el de más peso de la corrida estuvo variado aunque con algo menos de chispa que en el anterior. Esta vez un volapié preciso acabó con la vida del animal al que cortó una oreja.
Resumiendo, una muy entretnida tarde de toros porque hubo de casi todo: Valor, sentimiento y dignidad en el toreo. Eso lo pusieron Fandi, Talavante y el Juli ante tres cuartos de plaza en la sexta de la feria vallisoletana.
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