Hay que ver lo que pueden influir en muchas personas que se encontraban casi en fase adormilada, haciéndoles despertar y posicionarse contra la imposición que se pretende conseguir, sin resultado práctico ninguno, de tanto ataque y vocerío a la fiesta de toros en cualquiera de sus modalidades. Antes al contrario, mejora la cosa, los espectáculos taurinos crecen, la calidad supera listones, la aceptación por el público es mayor y la mayoría ve la fiesta de toros como algo suyo, incardinado en su propia vida, entre sus pueblos y ciudades. Además opone resistencia a ese final cacareado y anunciado por políticos de nuevo cuño, progres ellos y animalistas de pitiminí, activistas de cartón piedra, que airean en medios las guerras de nuestros padres. Vamos a ello, que con números se entenderá todo mejor.
El número de asistentes a las plazas de toros crece (el año pasado se contabilizaron 6 millones de espectadores, un 5% más, y nada menos que el triple que la ACB), De ahí sea bueno resaltar la musculatura económica de la industria cultural taurina como mejor antídoto contra los ataques.
Las corridas de toros, las novilladas, los festivales y los festejos populares dejaron más de 3.550 millones de euros al año (2.290 en las plazas y 1.269 en los festejos populares). Este Producto Interior Bravo supone un 0,32% del PIB de España. Una cantidad mayor que el gasto anual de 8 de los 15 ministerios del Gobierno. Con esos 3.550 millones de euros se podría pagar la pensión media de jubilación durante todo un año a 249.230 personas.
Los toros son un negocio redondo para las arcas públicas. Los festejos celebrados en las plazas proporcionan al Estado 45 millones de euros en concepto de IVA sólo por la recaudación en las taquillas. Es un 62% más que el cine, que recibe ayudas anuales de más de 60 millones de euros sólo en los Presupuestos Generales del Estado frente a los ceros euros que reciben los toros. Si sumamos todas las actividades empresariales taurinas se devenga un IVA total de nada menos que 139 millones de euros.
El toro da trabajo a nada menos que 199.000 personas. 57.000 en el sector propiamente dicho y 142.000 en actividades vinculadas. Es decir, una de cada 100 personas que trabajan en España lo hace gracias a la tauromaquia. En concreto, el 1,15% de los 17.189.815 cotizantes de España.
Gracias al toreo, el turismo y la hostelería obtienen 1.610 millones de euros al año. Casi tres cuartas partes de ese pastel se las llevan los hoteles y los bares y restaurantes. Provincias eminentemente turísticas como Málaga (27 festejos en 2015), Sevilla (40), Cádiz (21), Huelva (18) o Valencia (27) se sitúan entre las más activas, taurinamente hablando.
La autonomía que lidera el escalafón en festejos taurinos es Castilla y León (233 festejos en 2015), por encima de Castilla-La Mancha (225). En tercer y cuarto lugares se sitúan Madrid (196) y Andalucía (190 tardes de toros). Estas cuatro regiones aglutinan el 73% del mercado taurino. Extremadura (84), Comunidad Valenciana (42), Aragón (40), Navarra (37), Murcia (32) y País Vasco (21), completan el panorama.
En resumen, la fiesta goza de estupenda salud pese a los «doctores» que quieren aplicar su eutanasia de cabras locas y que se encuentran arropados por políticos que se suben al carro pero que no quieren abrir la lata del abolicionismo.
Se van saneando las cuentas, se va progresando adecuadamente, se intenta mejorar las cosas, el esfuerzo y el trabajo se ejercen con mayor calidad y profesionalidad. Y todo ello mientras el cuerpo aguante. Así que no me extraña que a los antis se los lleven los demonios al ver que no logran imponer su voluntad, pese a sus múltiples actos y gastos, antes al contrario son, sirven y están sirviendo como catapulta de primer orden para expansionar, fomentar y engrandecer la Tauromaquia, logrando que muchas más personas se integren en su mundo de arte, de plasticidad, de belleza, de luz, de colorido y de emoción. Al final habrá que darles las gracias por su colaboración.
Fotos: José FERMÍN Rodríguez/archivo Federación taurina
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