Ayer tras la corrida en el Puerto Real de Santa María José Antonio Morante de la Puebla hizo mutis por el foro y se retiró a la banda, lejos de plazas, toros y aficionados, quejándose amargamente de toros y equipos veterinarios que imponen el cambio estructural en el toro «del arte» y de los artistas.
Ese es el gran error. Pensar que la lidia de un toro bravo es y debe ser solo un arte con toda la ventaja para el hombre y minimizando el riesgo evidente que tiene todo enfrentamiento ante un animal de estas características creo que es una premisa cada vez más extendida entre un público agradable y agradecido, buenista y muy amable, entusiasta y espontáneo en el halago.
Morante protesta porque no se le echa un toro artista, como él, para componer la figura, derrochar esencia y oler emoción falseada y, por eso deja de torear, corta por lo sano y abandona la escena de su acción teatral.
Morante es un torero apreciado y muy querido por gran parte del público. Unos le comparan al mismo Paquiro redivivo cuando lancea con el capote con esa gracia que Dios le ha dado. Pero ser torero no es solo eso. Ser torero es, y tiene que ser, algo más.
Sus seguidores ahora ven con recelo la composición de carteles en las ferias que aún quedan por celebrar, entre ellas Palencia, Valladolid y Salamanca y se quejan de carteles que quedan cojos de nombres significativos como este mismo que comentamos de Morante o el de José María Manzanares por cuestiones médicas.
A las empresas les supone una contrariedad sobrevenida que, al final, será resuelta con el mejor criterio y costumbre que sus directivos consideren, para que la cuenta de resultados no se quebrante demasiado.
Los seres humanos somos muy partidarios de encumbrar, colocar en un pedestal, admirar, navegar en fama y noticia a personajes de toda índole, del deporte, la vida social, la política (ahora menos) y por supuesto el toreo, tal vez porque precisamos de alguien a quien imitar, admirar o ver como el paradigma de vida y espejo en el que mirarse.
Y en estas ideas a vuela pluma como comentario del «¡me voy! y ahí os quedáis» de Morante, fiel y realmente creo que si el toreo va a entrar en esos derroteros de tranquilidad, pasividad y riesgo calculado, casi mejor que quienes piensen así lo dejen y su dedicación vaya por otros objetivos y destinos si se quiere salvar de verdad esta Fiesta.
Foto: José FERMÍN Rodríguez
Pepe Luis dice
A nada que razone lo absurdo de su decisión, seguro que vuelve. Los toreros de su corte son necesarios. Pero los toros, los animales, tienen que ser bravos, fieros, encastados, con la nobleza propia de su raza y el torero es el que tiene que saber dominar estas cualidades para componer las faenas propias de su personalidad. Y esto es lo que hace grande al torero: la cantidad de veces que es capaz de imponerse con arte y majeza al toro de distintos encastes y sus variadas características. El toro amaestrado o fácil que se dejara hacer un toreo preciosista y previsible, acabaría por aburrir.