El opúsculo número 30 de la colección de Tierras Taurinas que edita en Francia André Viard con el tema genérico de «La raza de Castilla», aparecido en los quioscos hoy mismo, supone una explicación generosa, con claridad meridiana, dando las pautas sociales, históricas, de actualidad, humanas, sentimentales y de futuro para la Tauromaquia de una región, la de Castilla y León y de una provincia concreta, Valladolid, de obligada consulta y lectura. Viard hace un recorrido a pie, como juglar armado con su máquina de retratar por la Tierra de Campos, la de Nadie, la de Pinares y cierra con el análisis muy certero, documentado y profundo del Torneo del Toro de la Vega de Tordesillas, una reliquia antropológica de primer orden junto a la conclusión final después de toda la exposición generosamente ilustrada con fotografías espectaculares.
Los encierros de Cuéllar, Portillo, Santo Domingo de Silos, Benavente, Laguna, Valladolid con la Parrilla, el Páramo y sus personajes y el Quiñón de Valdés en el Raso de Portillo, un asomo a Villalpando y el especial dedicado al Toro de la Vega se dan la mano en un abrazo sincero y emocionado por la pervivencia de una fiesta genuina y propia. Con la fuerza telúrica de los Toros de Guisando que dejaron los vetones y que son testimonio del acta fundacional del Reino de Castilla el autor se pregunta en su conclusión final, ante los graves ataques que sufre la Tauromaquia. «¿Sabremos firmar nuestro propio Tratado de Guisando para luchar codo con codo y segurar nuestro futuro?. Si no es así, nos sucederá lo mismo que a la raza de Castilla… nos diluiremos lentamente en una sociedad que nos mira cada día con más desprecio, mientras que algunos golfos se atreven a agredirnos dentro de las universidades y las aulas culturales. Así empiezan siempre los bárbaros… y la única respuesta que merecen es exhibir ante ellos unidad y una mano tan dura como la de los lanceros que se enfrentan al toro en la Vega«.
El fin de ciclo de la raza de Castilla se da con la aparición del toreo moderno y de las ganaderías andaluzas que provocaron la desaparición progresiva de la misma, cuyo destino se selló el día en que «barbudo» mató a Pepe-Hillo.
El alto interés no solo informativo, que lo tiene, sino de haber sabido especificar con la verdad por delante, clara, sin interés ni tapujo alguno, descarnada, hace de este número de «Tierras taurinas» un objeto de deseo y consulta, que todos los aficionados deberían conocer, leer y repasar, por ser una obra de tan recia exposición como singular en sí misma.
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