Pues eso. Que llegó la feria de San Blas a la localidad madrileña de Ajalvir y, como desde que era un mozo y empezó a estos menesteres de criar toros de lidia, Cipriano Hebrero preparó su hatillo profesional con el título de doctor en veterinaria en el bolsillo, ilusionado y comprometido, bien es verdad que amparado por su esposa Charo y sus hijos David y Alberto, y entró un año más a dar la feria de su pueblo, en ese camino ancho entre dos montañas, con el cielo despejado y saludable. Vicisitudes y relatos aparte hay por ahí numerosos recordatorios escritos del resultado festivo de la feria, incluso con esa suspensión por el temporal de la corrida de rejones anunciada para el domingo. Pero nuestra viaje al Cubilete de Ajalvir tenía por objeto ver, informar y recoger las impresiones de la corrida de toros que abría el esportón de la temporada, en la que Juan, Leandro y Julio se las vieron con un encierro de Sierra Borja y, por supuesto estar un rato, saludar, compartir el pan y la palabra con la familia de Cipri y Charo y apreciar la siempre grata amistad con que me brinda esa buena familia desde que la conozco.
Todo el conjunto conforman una rebujiña de tente y no te menees en donde no faltan amigos, personas y conocidos viejos y jóvenes que colaboran en la marcha adecuada de la explotación ganadera con la denominación empresarial de EVENTAURO. Por allí está José María Vivas, de quien guardo afecto y amistad. También el novillero colombiano César Valencia que está en la casa y se prepara con disciplina y trabajo para la temporada. Incluso dos perrillos que no me dijeron su nombre, cariñosos y zalameros con los habitantes de la casa, pero huidizos y huraños con los demás. Una plaza de tientas cuidada y con graderío metálico y asientos de madera, bien pintada, asentado el albero, a cuya compañía se levantan las instalaciones de chiqueros y corraletas para el manejo del ganado, presenta pintados en sus paredes los símbolos del hierro ganadero: «CH por Cipriano Hebrero» «Hermanos Hebrero» y «Eventauro». Al otro lado de un pequeño patio en el que el brocal de un pozo se asienta en soledad, campanea la cuerda que cuelga de la polea metálica y a su espalda, se levanta una nave amplia, decorada con diversas fotografías descomunales de toros en donde todos se recogen a compartir el pan y la sal de la comida, preparada en esta ocasión por la madre de David y Alberto, quien ataviada con un mandil o delantal jocoso de un dibujo taurino de colorines, pone sus manos al servicio de un obsequio generoso de amistad y cariño. Charo que es zamorana de pro lleva en sus genes la hospitalidad para con los huéspedes de su casa sin importar si se sientan cuatro o cuarenta alrededor de la mesa.
Lo mismo se diga de su marido Cipri, que va y viene, sirve a los demás y acompaña con su palabra gustosa y entretenida, contando mil y una de las anécdotas que le han hecho vivir sus años, sus toros y su tiempo. Todo se hace poco para con nosotros, siempre abierto, atento y afectuoso.
David, el hijo mayor, que lleva las negociaciones, contratos y el papeleo administrativo de la empresa, así como las relaciones con los profesionales, está más pendiente del telefonillo portátil, atendiendo unas y otras llamadas que no le dejan ni pringar tranquilamente los huevos fritos con pimientos que ha puesto en la mesa su madre. Alberto, con el camión de los toros, pases y liquidaciones, poco más o menos. Ni el café le dejan tomar tranquilo. Pero siempre tienen un momento cuando nos ven para detener su actividad, especialmente febril si es día de feria, y atendernos con afecto y una sonrisa.
El Cubilete de Ajalvir tiene sus cuarteles perfectamente cerrados con la seguridad que se requiere, donde los toros, los bueyes y las vacas pasan el tiempo y se mecen con el aire frío de los cerros de la Tejera y El Portillo mientras rumian junto al arroyo de las Huelgas. Sus instalaciones, abiertas al público para disfrutar de una jornada taurina inolvidable; muy propias para peñas y grupos están en perfecto estado de revista, utilidad y uso.
Los Hebrero Bravo tiene en los toros puesta gran parte de su vida y de su afición, pero por encima de todo eso, el Cubilete de Ajalvir a mí me supone siempre el reencuentro con una familia y unos amigos a los que aprecio sinceramente y a los que guardo un cariño especial.
Fotos: José Fermin Rodríguez.
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