David Fandila, el Fandi, un torero capaz de subir arriba una tediosa tarde merced a las ganas, el oficio, la entrega y el valor así como el dominio de los toros, ha sido quien, tras cortar dos orejas una a cada uno de sus enemigos, salió aclamado de la plaza de Valladolid, el viejo coso del paseo de Zorrilla, bello, limpio y adecentado que cumple ciento veinticinco primaveras viendo correr los toros por su albero.



El Fandi estuvo valeroso, consciente de la sintonía que el torero granadino tiene con Valladolid en donde ha desarrollado faenas de importancia, excelentes, llenas de plasticidad y movimientos acompasados. Hoy ha lidiado dos toros de Charro de Llen, uno llamado «lorito» corrido en segundo lugar, bravo y aplaudido en el arrastre y otro «mamarracho» más flojo de raza que su hermano de camada pero que no obstante fue aplaudido en el arrastre por el público que en media plaza se dio cita para presenciar esta barroca corrida de toros en la que absolutamente todo el personal de la plaza así como cuadrillas y diestros intervinientes, salvo los servidores del arrastre, vistieron trajes de época, redecillas en el pelo con colores y bolas de hilo, para conmemorar este festejo catalogado como «goyesco».
David Fandila por ser el triunfador abre nuestra crónica de hoy y es que el torero recibió a su primero con una larga de rodillas y llevó al caballo al toro con chicuelinas al paso, pero el animal en su celo clavó los pitones en el suelo y dio un volteretón, como lo había hecho su hermano primero, golpeándose con fuerza y dañándose su estructura, de lo que se resintió en el resto de la lidia el animal. Tras banderillear con agilidad al de Charro de Llen, brindó al público su faena empezando de rodillas en el tercio para sacar al toro y rematarle, recibiendo una gran ovación. Dio tiempo al de Charro para continuar con su brega que acabó con desplante final echándose de hinojos otra vez delante de la cara del toro. Un volapié ejecutando los tiempos le hizo conseguir una estocada entera, un pelín desprendida, que bastó para enviar al desolladero al de Charro y que Manuel Cabello, el usía esta tarde, le concediera la oreja solicitada por el respetable.






En el quinto, de nuevo recibió de hinojos y mostró su pericia torera, su sabiduría y su disposición para agradar al público que el correspondió con una cálida ovación. Gritándole al toro: ¡vamos!,¡vamos! en los lances, consiguió una serie con la mano izquierda de temple y parsimonia. Igualado el toro clavó arriba un pinchazo y tras recibir un aviso descabelló al primer intento. El toro fue aplaudido en el arrastre y la petición más por voces que con pañuelos hizo que cayera otra oreja en el esportón del torero.
Abrió plaza el maestro Enrique Ponce, vestido con un precioso traje diseñado para él. Era el único que tenía lentejuelas y botoncillos dorados que titilaban ante la luz eléctrica cuando se encendió en la última parte del festejo que se alargó más de la cuenta.
Muy justo de fuerza y raza el que abrió plaza no permitió lucir bien y a gusto al de Chiva. Además un viento ligero, brisa, «puta brisa«, decía el maestro, no le dejó exponer su característico toreo, poderoso y siempre reconocido. Tal vez la voltereta y choque contra el suelo hicieron que el toro se repuchara en su embestida. Lo despachó de pinchazo y una casi entera fulminante.
En el cuarto empezó la faena con la rodilla genuflexa enseñando a la res el camino, Muy serio con la derecha, porque con la izquierda el animal echaba la cara arriba y no le dejó lucirse. Le gritó «¡Vamos toro!»y de nuevo obligó con derechazos espléndidos la embestida de un toro que se llamaba «calabrés», de mejor condición por ese pitón. Finalizó la faena con una estocada entera y la oreja fue paseada por el diestro.
Y Perera que lidió a un tercero rajado y de poca raza, pitado en el arrastre,pese a intentarlo, no pudo redondear ni por asomo una tarde que se iba Pisuerga abajo sin chicha ni limoná. Mejor por naturales en una serie con poderío , temple y dominio. Luego vendría el bajonazo con el estoque que fue de los que hacen época. En el que cerraba plaza vio cómo en la balconada asomaba el pañuelo verde para devolver al toro titular por cojera en una de las manos. En su lugar salió un núñez como sobrero de «Tapatana», llamado «bancalero» que no tuvo clase en su embestida sino más bien complicaciones. En estas estaba el torero de la Puebla del Prior cuando un vozarrón desde el tendido le gritó: «arrímate!» y la petición cayó como un restallido en la tarde que agonizaba. Perera hizo caso, dejándose tocar los muslos y los alamares, metiéndose en el terreno del toro y obteniendo los mayores aplausos y una ovación fuerte de la concurrencia. Pinchó sin soltar arriba y logró una estocada que pasaportó al ejemplar, no sin antes éste irse prácticamente a morir a los medios, sacando en ese momento la poca bravura que tuvo durante la lidia, pero eso sí, su muerte fue espectacular, de toro bravo. La ovación recogida por Perera fue el único consuelo que tuvo en esta tarde.








En resumen, en la corrida de apertura para conmemorar los 125 años de la plaza de Valladolid se han lidiado cinco toros de Charro de Llen, bien presentados, bajos de raza y fuerza y uno de Tapatana, sin clase, como sobrero de otro de Charro, devuelto por inválido, para Enrique Ponce, ovación y oreja; David Fandila El Fandi, oreja y oreja y Miguel Ángel Perera, ovación y ovación.
Reportaje gráfico: JOSÉ FERMÍN RODRÍGUEZ
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