Vino la corrida de Daniel Ruiz a Valladolid encartelada con lo mejorcito del escalafón. Tres toreros estaban citados para dar cuenta de sus reses en la corrida más rematada sobre el papel, pero dos de ellos, por fas o nefas, se cayeron del mismo. Y así Manolo Sánchez y Leandro sustitutos de Perera y Manzanares junto con el Juli fueron quienes hicieron el paseíllo en una tarde de sol luminosa, brillante, especialmente vallisoletana, sin viento y con casi tres cuartos del aforo de la plaza cubiertos por aficionados que saborearon, gustaron y apreciaron las esencias de un torero en gracia, conocieron el temple temple y sintieron el poderío de un hombre consagrado ya en los anales de la tauromaquia.
Porque en la tarde de hoy se corrieron seis ejemplares bien presentados de Daniel Ruiz, desiguales, pues unos salieron nobles y bravos y otros flojos. Incluso hubo uno, castaño lidiado como sobrero, de nombre «puñalero» anovillado de hechuras y muy falto de fuerza. Destacaron los toros corridos en quinto y sexto lugar, «morisqueto» y «rebujino«, bravos y encastados que fueron aplaudidos en el arrastre, mientras que el lidiado en cuarto lugar, de nombre «juguetón» fue pitado por la concurrencia cuando las mulillas lo llevaban al desolladero.
Al empezar la corrida, lidiándose el primero de la tarde, Félix Navas, peón de confianza de Manolo Sánchez, sufrió un achuchón contra las tablas, al no coger bien el olivo tras prender un par de banderillas, y ser golpeado por la res que lo persiguió hasta alcanzarlo con un derrote en la pierna derecha, infiriéndole un puntazo de 3 centímetros en el tercio medio y cara externa de la extremidad, de pronóstico menos grave, siendo atendido en la enfermería de la plaza por el equipo médico dirigido por el doctor Antonio María Mateo.
Abrió plaza Manolo Sánchez, el maestro vallisoletano que instrumentó dos faenas muy aseadas, en su sitio y entregada la primera a «jabalin«, dominando el torero la brusquedad del toro que cabeceaba a mitad del muletazo y que fue a más en su desarrollo. Los últimos fueron extraordinarios, jaleados por la concurrencia y viendo a Manolo con ganas e interés. Un volapié ejecutando la suerte como mandan los cánones, marcando los tiempos, y descabello al primer intento atronaron al animal que recibió algunos aplausos, pocos la verdad, en el arrastre, en tanto el diestro recibió la petición de oreja que no fue concedida por la Presidencia, en este caso ejercida por Manuel Cabello, al considerarla minoritaria, limitándose el torero a saludar y recoger una gran ovación, declinando dar la vuelta al ruedo.
En su segundo, un sobrero de la ganadería titular, flojo, noble y anovillado, la faena tuvo que hacerla a media altura en todo momento porque el animal se caía si le bajaba la mano. De esta manera, Manolo le aplicó la muleta a media altura que, aunque desluce la belleza del muletazo y el sometimiento de la res, no tenía más remedio para mantenerlo en pie. Cuando dobló, hubo en los tendidos petición escasa. Recibió la ovación agradecida de los espectadores.
Y llegó en el medio de la corrida el Juli, don Julián, un torerazo como la copa de un pino por lo visto esta tarde. Con recursos, modos, poderío y sabiduría, entregado en todo momento en la lidia de sus enemigos. Nadie va a descubrir ahora a este hombre, pero las dos faenas realizadas en Valladolid esta tarde han sido muy completas, hondas y llenas de plasticidad. Mejor en el tostado quinto que en el segundo de la tarde. Ya en el quite con dos chicuelinas a pies juntos ceñidísimas, llenas de belleza fue muy aplaudido el diestro. En banderillas se desmonteró el larguirucho peón José M. Zamorano por un par puesto asomándose al balcón, haciendo la suerte a ley.
El Juli brindó al público su faena y su toreo fue verdaramente angelical, lleno de buen hacer, único en estos momentos. Si a eso se añade que entró como un ciclón con la espada logrando el estoconazo de la tarde y de la feria, no extraña que la gente se volviera loca pidiendo la oreja de «morisqueto» que fue concedida por partida doble y que entregó en la vuelta al ruedo a los miembros de la Peña taurina en Valladolid que lleva su nombre . En el segundo había cortado otra por sus propios méritos, logrando una estocada muy efectiva pero algo contraria.
Y cerró cartel y terna Leandro Marcos quien lidió un «relimpio» que brindó a su compañero el Juli, cuestión criticada entre barreras, al dejar de lado a su otro compañero de corrida y director de lidia Manolo Sánchez. Pero así fue y así lo decimos. Leandro empezó muy bien su faena pero se fue apagando como una lámpara a la que se le terminan las pilas y antiguamente el aceite, o lo que es lo mismo diluyéndose como un azucarillo. Si la suerte de matar no la hizo de forma ortodoxa, al salirse del encuentro, la media que le propinó a su enemigo lo mandó al camión de la carne. Donde estuvo mejor Leandro fue en el sexto, un toro que de salida remató abajo en el burladero y que brindó al público. Sonriendo y entregado le dio dos series extraordinarias, especialmente la segunda, con la mano derecha, de antología. Acabó con tres manoletinas finales citando en rectitud y arriesgando la pelleja. Se perfila para matar y logró un estocada algo baja, pero que sirvió para que el público pidiera la oreja de «rebujino«.
En fin, una muy aceptable corrida de toros la vista hoy en Valladolid, con una faena de poderío antológico de un torero maduro, hecho, en la cresta de la ola, señorial y asentado como no hay ningún otro en estos momentos, Julián López «El Juli», aplaudido hasta por el embajador francés en España Bruno Delaye presente en un burladero del callejón, por los aficionados y por sus propios compañeros.
Y mañana la última de la feria de lidia ordinaria en la que José Ignacio Uceda Leal entra en el cartel en sustitución de Cayetano con Morante de la Puebla y Talavante que lidiarán toros de las Ramblas y que echa el cerrojo el domingo con la corrida del bello arte del rejoneo.
Deja una respuesta