En todas las explotaciones de ganado de lidia sus propietarios llevan con dedicación y notable seguimiento un libro ganadero en donde van anotando las distintas vicisitudes y comportamiento de su ganado, tras las tientas, controles y observaciones que destacan para mejorar el mismo. Normalmente estos libros ganaderos se completan año a año con la denominación de «libro de tientas» como puede apreciarse en uno de los recogidos para ilustrar este reportaje.
Es ahora el momento, y dentro de unos meses sobre todo hasta que dé comienzo la nueva temporada y las ventas del ganado para su lidia en las plazas de toros ocupen prácticamente el tiempo de sus ganaderos, cuando se ejercen y ejecutan las anotaciones en todas y cada una de las reses que tienen señaladas, signadas y que mantienen en los cuarteles correspondientes del espacio donde pacen apaciblemente y rumian estrellas los animales de lidia.
Estos cuadernos que recogen con profusión detalles de la res analizada: fecha de nacimiento, crotal, número de marca al fuego, si es grande, pequeña, muge o no, si va al galope contra el caballo o no, si tienen fijeza o no, si se arranca de largo, de lejos, si humilla, si lleva la boca cerrada, si por el contrario la abre enseguida, si en la muleta ha sido buena, dócil o sosa, brava y encastada, dura, exigente… En fin una serie de cualidades o defectos que son anotados en su registro «civil» ganadero, para luego disponer de la pauta o no y de la decisión final de continuar con la saga y transmisión de sus genes bravos destinándola a hembra reproductora o por el contrario, enviándola al matadero.
La dedicación de estos hombres y mujeres que mantienen su ilusión, grandeza y esfuerzo por mejorar la cabaña brava que cuidan. protegen y dedican su tiempo, su vida y su fortuna a la explotación del ganado bravo es encomiable y digna de conocimiento por el aficionado y por el público que se acerca a este apasionante mundo de los toros por primera vez. Ellos hacen sus anotaciones camperas en el silencio de la dehesa, a la abrigada de un porche, de una sala, de una habitación o de un palquillo desde donde han seguido las evoluciones de la tienta. Ellos saben, con la inestimable ayuda del mayoral de la ganadería, muchas veces el mejor conocedor de los animales, pues son expertos, en si el toro mira o se encara, tiene querencia a una determinada zona del lugar en donde se encuentra por una encina, unas piedras, unos árboles, pita o reburdea con frecuencia, tiene un fácil o complicado manejo para moverlo y trasladarlo, come y bebe y se desplaza, se pega o no por la preponderancia en la manada… Mil y un detalles importantes e interesantes para ellos y el correcto funcionamiento de su ganadería.
Otro de los aspectos que se tienen en cuenta es la propia alimentación del ganado vacuno. En todas las explotaciones ganaderas de toros de lidia hay unos silos o molinos en donde se mezcla el pienso que ha de darse a los animales para que coman, con la proporción de componentes e ingredientes precisos y asistidos por un profesional de los servicios veterinarios que estudie, complete, analice, cure y dedique su tiempo al cuidado y saneamiento de estas especialísimas reses, cuyos genes tienen en sí mismos una valía singular, el de la bravura.
Luego, en la temporada ya vendrá el examen de sus toros cuando sean toreados en la plaza, aspiración última de un ganadero orgulloso que siente su profesión más como una vocación romántica que económica, aunque sin olvidar lo uno y lo otro, conjugando ambos extremos.
Ser ganadero de reses bravas tiene un componente de extraordinaria vocación. De ahí que llevar las anotaciones ganaderas en un libro sean siempre el mejor recordatorio para disponer con claridad de unas cualidades y unas virtudes a las que destacar y promocionar en sus animales. Es muy difícil y complicado ser ganadero de toros, sin ninguna duda.
Ellos son el baluarte primero y más importante de la Fiesta de toros.
Fotos: J.López
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