Agosto desde hace muchos tiempos es el mes taurino en el que los festejos de toros arropan con seguimiento y dedicación tantas y tantas fiestas patronales, de estas llamadas ahora de verano, cuando se olvidan los santos patronos que las bendicen.
Hace nada, un soplo, pasó san Fermín, la fiesta universal del turismo en Navarra tras el santo labrador madrileño. Luego, sin solución de continuidad la Saca de Soria, compendio etnográfico increíble del ayer y de la relación del hombre con el toro. A san Juan, S Pedro y San Pablo honraron León, Zamora y Burgos, y a Santiago Santander…y ya está aquí el calendario de agosto con la Asunción de Nuestra Señora y San Roque, cargado de emotividad, de tradición, de empaque toda una tierra con San Sebastián, Bilbao, Gijón… esperando a San Antolín en Palencia, a Nuestra Señora de San Lorenzo en Valladolid y a la Virgen de la Vega y San Mateo en Salamanca. Y más adelante, Jaén por san Lucas y Zaragoza por el Pilar echando el telón de la temporada.
Pero además de todas esas capitales que celebran feria de toros entre la algarabía, emoción, solidaridad y entretenimiento vienen junto a ellas todo ese abanico grandioso de pueblos que celebran encierros, toros corridos, probadillas, vacas, becerradas, recortes, fiestas taurinas seguidas por una pléyade inmensa de personas que quieren seguir manteniendo viva una tradición singular heredada.
Y es curioso y digno de analizar que desde que se suceden de forma permanente esos ataques machacones, persistentes, radicales, a todo lo que huela a toros, el interés y la reacción de las personas, sobre todo jóvenes, es el de contestar y acudir en muchedumbre como a una llamada de «¡El toro lo quiere!«, emulando aquel «Dios lo quiere» de los cruzados para reconquistar la tierra santa en la antigüedad a los pueblos, a sus plazas, cosos, calles y campos a disfrutar de la fiesta de toros en la modalidad que corresponda.
Llega Agosto, el mes taurino por excelencia en el calendario de las programaciones toreras. Y eso en cualquier pueblo desde Pollos a Bilbao; desde Guijuelo a San Sebastián; desde Roa de Duero a Gijón; desde Íscar a la Albahaca de Huesca; desde Palencia a Colmenar o desde Valladolid a Vitigudino y Peñafiel a Salamanca, muchas personas dedicadas a estos menesteres ponen su trabajo, su dinero, su servicio a los espectadores y a un espectáculo merecedor de al menos que lo dejen tranquilo en la marcha respetuosa para garantía de su libertad.
A todos esos empresarios taurinos, grandes y pequeños, que hacen el milagro cada temporada de poner en escena la lidia de toros con sentido práctico y mercantil, a todos los ganaderos, toreros, aficionados y profesionales y al público, feliz diagosto, ánimo, gracias y ¡Vivan los toros!.
Fotos: José FERMÍN Rodríguez y Pablo ALONSO
Deja una respuesta