A falta de la última bocanada del fin de semana ha terminado el largo ciclo taurino de san Isidro en la plaza de las Ventas de Madrid. Tan solo queda el broche con cierre albaserrada de los legendarios victorinos. Y en estos días varias noticias anejas han concitado nuestra atención que despiertan el interés, posiblemente con más morbo en su objetivo que sensatez correctiva.
La noticia hecha pública y difundida por Domingo de la Cámara en su blog «al toro por los cuernos» que las astas de uno de los miura lidiados en la corrida del domingo 3 de junio han sido enviadas a analizar por el equipo de la Autoridad de la plaza causa cuando menos extrañeza y cierto desasosiego, especialmente porque luego se obvian muchos pitones de toros a los que se les practica la denominada «bolita» que dicen quienes entienden de estos menesteres. No es motivo de alegría, ni mucho menos, tener que hablar de estas miserias cuando los reglamentos, las órdenes y las ordenanzas dejan claro y diáfano que todas las reses a lidiar en corridas o novilladas picadas tienen que estar íntegras. Todo cuanto se actúe, añada u opine después no tiene sentido alguno salvo para incordiar o enmendar la disposición y completar el fraude a los espectadores y el engaño a cuantos integran la gran familia taurina.
Desde que se aplicaran las fundas a los pitones de los toros para evitar que las peleas donde los animales se zurran de lo lindo y llegan incluso a causar bajas irreparables en la camada ganadera con el consiguiente quebranto económico, algunas ganaderías que han adoptado las mismas presentan un parte de bajas por lesiones mucho menor que cuando no se colocaban. Otra cosa es que el manejo posterior para retirárselas, metiendo las reses en el mueco y acicalar la materia ósea, suponga para los animales un notable quebranto físico.
Es verdad que hay ganaderías que han decidido no cubrir los pitones de sus toros con fundas ni artilugios, sino que siguen dejando que la naturaleza sea la que seleccione y adecúe la «plantilla» de los componentes de la explotación ganadera, por entender que es una manera artificial que no permite a la queratina del cuerno el desarrollo y dureza que precisa. Todos, de una u otra forma, tienen sus razones: Unos para evitar bajas, como así está comprobado, y otros para seguir dejando que sus reses conformen con naturalidad y tiempo la constitución córnea.
De todos modos las «bolitas» digan lo que dijeren, son un fraude a la Fiesta y al espectáculo que debe darse en su integridad.
Luego no es de extrañar que los compromisos de pago de un servicio se realicen mediante pagarés o talones a cobrar en un tiempo distante y distinto con el aplazamiento lógico mercantil y existencial en las relaciones pecuniarias por contrataciones. El pagaré está bien que exista. Lo que ya no es de buena acogida es que el pagaré alargue su vida útil en el tiempo hasta el día del juicio e incluso obviando el compromiso adquirido por la parte que lo extendió. «Más allá de que se hable de que el sector podría estar en quiebra efectivamente, los pagarés circulan por doquier y además hay un objetivo clarísimo de pelear cualquier céntimo a la baja por intentar obtener una mayor tajada de todo, con la miseria que esto puede generar a su alrededor«.
Invertir en la fiesta de toros es un buen negocio pero siempre intentando hacerla rentable por sí misma. Y para ello hay una cosa que debería tenerse más en cuenta, ofrecerla tal cual es, sin trampa ni cartón, buscando todas las posibilidades transversales que contribuyen a difundirla y engrandecerla.
Foto: José FERMÍN Rodríguez
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