Callan los cencerros su sonido metálico característico, sirviendo de guía a las reses bravas en las dehesas, cuarteles y campos por donde pacen y rumian al llegar la Semana Santa. De siempre y por esa tradición cristiana de conmemorar la muerte en cruz del Redentor, muchos ganaderos ordenaban tapar con hierbas el badajillo de los changarros al llegar el Viernes Santo, día de silencio en las dehesas, de ayuno y sometimiento a un hecho singular en el ser humano que hoy había perdido mucho del sentido trascendente de su propia existencia.
Ha llegado una pandemia terrible, sofocante, mortal que arrasa vidas y haciendas sin igual y sin comparación con otras anteriores extendida por todos los territorios del globo en azote inmisericorde que ha roto la vida, la risa, la rutina y la labor de una generación de seres humanos habitantes de la península ibérica e islas de ultramar.
Por eso es bueno que hoy callen los cencerros, los esquilones no lancen al aire su llamada, su apremio, en señal de duelo por tantos compatriotas como han caído ya víctimas de este virus fatídico que se desató en China. Nosotros seguimos aplaudiendo todas las tardes a ese abanico de sanitarios que atienden la dolencia en los hospitales, centros de salud, residencias y domicilios con una sonrisa solidaria tras su máscara, arriesgando su vida por mejorar y sanar la de los demás.
Los cencerros en el mundo taurino son objetos irremplazables, únicos, genuinos, incardinados en el mundo taurino que tanto está sufriendo por esta temporada de pausa, paro y crisis donde los festejos taurinos están todos ellos paralizados. Es el silencio de todo, hasta del trabajo de empresarios, toreros, subalternos, picadores, mozos de espadas, apoderados, ganaderos, vaqueros y mayorales, esta voz quiera gritar por ellos porque necesitan todo nuestro apoyo, nuestro ánimo, nuestra ayuda y nuestra aportación para que completen y puedan seguir con su vida. Estos sí que son autónomos de grandeza que se crecen ante las dificultades y que esperan que un día no muy lejano podamos retirar de nuevo el tapón del cencerro para anunciar que el coronavirus ha sido llevado ya al desolladero para siempre.
Fotos: José FERMÍN Rodríguez y J. López
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