(Por el interés que tiene, reproducimos el siguiente artículo editorial firmado por Carlos Ruiz Villasuso en el portal de MUNDOTORO, a quien agradecemos su deferencia).
«Vistas las escenas callejeras de una capital europea, Barcelona, convertida de noche en la Gaza de las intifadas de fuego o en Sudán con una kale borroka de insospechada violencia y eficacia, más les valdría a la ‘clase’ política decretar un tiempo de silencio y leer. Pensar. Culturizarse en el sentido más tolerante de la palabra y dirigir sus acciones y mensajes hacia un punto cardinal que han perdido: España como país. Desde hace décadas, la ‘clase’ política de este país ha insistido en la desculturización de los españoles con el abono insistente de la intolerancia, el frentismo y la revancha entre los españoles. La Tauromaquia ha sido ese espejo de ese abono, pues ya insistió Ortega y Gasset que mirar el transcurrir del toreo era mirar el transcurso de este país. Ha sido usada como frente de guerra, como imagen de revancha con el pasado y como blanqueo eficaz de los postulados del neo ecologismo urbanita/mascotista.
La ‘joven’ clase política carece de calidad política hasta límites tan insospechados como intolerables: ya no le sirven ni las elecciones. Su tendencia a no ponerse de acuerdo con el pueblo a través de lo que vota el pueblo es endémica. O logran sus números o las elecciones son inservibles. Sus mensajes no están dirigidos a hacer pensar o convencer sino a refrendar a los suyos en sus prejuicios e ideas, en agitar y mantener a su tribu. Un primitivismo inculto que convierte a España en un país al pairo de su estrategias: el cainismo. Las dos Españas, que ahora son más de dos, siempre enfrentadas, siempre con el garrote en una mano y el móvil del selfie en la otra.
Hace dos décadas que la clase política abandonó sus raíces esenciales. Dejó alterar y violentar convivencias a cambio de pactos, corruptelas silenciadas y un uso partidista del poder sin sentido ni moral de Estado. Estado y País no son lo mismo en definición, pero sin idea de Estado no existe concepto de país. Y la ejemplificación de esta violenta alteración de la idea de convivencia en pluralidad (conceptos básicos de Nación y Estado) urdieron la dejación de la Tauromaquia expresando una ejemplificación de lo que no les importa: el ninguneo a la raíz cultural.
Cataluña inició el ‘procés’ asaltando a la Tauromaquia Legal con las armas de la rebelión contra la Constitución, prohibiéndola inconstitucionalmente a sabiendas de los propios partidos. En cada región, pueblo, aldea o ciudad, se dio vía libre al acoso y derribo de una actividad cuya legitimidad es, hoy por hoy, inmaculada desde el punto de vista de la legalidad y la constitucionalidad, sin que la justicia ni las instituciones velaran, no por el toreo, sino por la Ley y la Constitución.
Esta forma de hacer dejación de Ley y de constitucionalidad ejemplifica de forma evidente la idea de Ley y de Constitución que tiene la ‘joven’ clase política. Si Ley y Carta Magna no coinciden con sus estrategias de voto, leyes y derechos constitucionales se pueden ir al contender de la basura.
De la misma forma que Cataluña puede acceder a sus deseos de ser independiente sólo y de una única forma: desde el juego democrático del orden constitucional; quienes desean prohibir los toros sólo pueden acceder a sus deseos desde el mismo juego del mismo orden constitucional. No hacerlo es abrir las puertas a la violencia, al frentismo, al caos. Llamar al fuego y las algarabías, al pillaje, al delito.
¿Acaso no se permitió violentar la Constitución en Cataluña respecto al toreo? Pues si un Estado permite esa violencia contra su Ley Primera, ya no es Estado. Y si no hay Estado, no existe País en el sentido de convivencia. No hay Estado para millones de personas, mayoría, minoría o medianía de españoles afines al toreo. No tenemos Estado que nos ampare porque, en lo que a nosotros respecta, la Constitución no nos da cobertura. Ergo, como diría Ortega y Gasset, si esto sucede con la “fiesta”, que ejemplifica” el devenir del país, no tenemos País.
No lo tenemos en el sentido más tolerante, cívico y culto de país. Notas que definen a una Nación y a sus gentes. Desde la vieja clase política llegó la eclosión de nuevos políticos con una idea escabrosa y eclosionada de país (Iglesias, Colaus, Errejones); activistas raperos, bronquistas de cubata en mano, alentadores de intifadas como Rufián; gentes que insisten en trucar y trocar las esencias de Estado y País de sus partidos como Sánchez, camino de convertir al PSOE en un algo sin pasado ni recuerdo; un Rivera aupado a la fama en hombros de trajes de luces que ahora trata de borrar mientras decide si ha de ser iglesia o catedral vestido de eterno primera comunión. El PP lastra tanto lastre de reinos de taifas que a Casado se le ha ido el tiempo en poner orden dentro sin que desde dentro luciera lucidez para con su líder. Aparece Vox para ser fascismo, porque la palabra fascismo de las voces progresistas, sin tener un objeto que se convierta en sujeto del término, era una parodia a término tan mal usado como pervertido. Usaban el término fascismo como masticando chicle, qué horror.
Vistas las escenas que se repetirán de fuego y violencia, afortunadamente sin muertos, ideales para los fotógrafos que ya no han de irse a Sudán ni a Palestina para obtener la foto del fuego radical, el fuego de la violencia, el de las noches de los cristales rotos, el fuego radical amparado por los hombres de corbata y postre, el fuego de la quema de libros, el fuego de la quema de herejes, el fuego de la cobardía, el fuego indigno de lo inhumano…me quedo con el toro de fuego. Me quedo con esas gentes cuyo primitivismo es tan culto y tolerante que usan el fuego para su propio riesgo y sentimiento. No espero que los que amparan, usan, utilizan y subvencionan a la intifada de las noches de Barcelona, pidan sus huestes pirómanas que prendan un coche con ellos dentro a costa de su propio riesgo. La cobardía es la manifestación mas insigne de la incultura».
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