Una de las cosas por las que se clamaba durante el paseíllo de los toreros al comienzo del festejo era la inclusión de intrusos fotógrafos que, poniéndose delante de los toreros, impedían el correcto e importante acto litúrgico taurino de la marcha honrosa de todos cuantos intervienen en la lidia.
Era realmente indigno ver a tantos moscones colocándose frente a los toreros para recoger en una y otra fotografía sus gestos, sus acciones y sus comienzos, cuando en realidad esas fotografías luego ni se veían ni se editaban ni servían para nada, más que para hacerse ver los mismos retratistas como que estaban allí también por un prurito de vistosidad y cierta chulería.
Los numerosos fotógrafos interrumpían el «sacrosanto» momento del paseíllo, introduciéndose ellos también en el abanico de colores que representa con la formación de las cuadrillas y sus maestros, dando una nota de rechazo y hurtando a los espectadores el sagrado derecho de ver en toda su integridad el espectáculo que empieza precisamente así con el paseíllo.
Madrid era el ejemplo, pues no permite el acceso de nadie al ruedo en ese momento y ahora Sevilla, con muy buen criterio y razonable decisión adopta la medida e impide esos meticones que tal vez solo lo hagan por halagarse ellos mismos y decir al resto que están allí ellos también.
Bien está lo que bien acaba. Y aquí la Maestranza y su equipo Presidencial ha optado por lo que debería haber sido normal siempre: Eliminar los intrusos durante el emocionante y emocional paseíllo de los toreros.
Bien por «PAGÉS». Algo se ha logrado. Y ojalá se mantenga esta medida.
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