En la última parte de este año taurino español, cada vez más seguido y aumento progresivo de festejos y público que acude a su reclamo, han llegado los toros a formar parte indisoluble de la vida de tantos y tantos que ya no cabe marcha atrás. Unos abogando por la prohibición, feroces y vocingleros, llenos de odio y ruptura, peticionarios de limosnas y subvenciones sin las cuales no se mueve ni una hoja de su acción y voluntad. Otros en la brega diaria, organizando ferias cada vez más redondas y acabadas, buscando la mejora y fomentando la grandeza de un rito español metido hasta el tuétano en la vida de la gente pacífica y de bien. Fortaleza y aguante de quienes tienen al toro por icono de su raíz, de su fundamento, de su ideología, de su propia vida.
Ellos han plantado cara en esta lucha abierta desatada de grandes intereses. Y la manifestación más divulgada en el mundo durante este mes de septiembre ha sido, sin duda alguna, el rito y el mito de EL TORO DE LA VEGA de Tordesillas. Medios de comunicación de todo el mundo se han hecho eco de lo que ellos llaman «enfrentamientos» entre partidarios y detractores, cuando es una gran mentira propalada una y otra vez para cimentar sus peregrinas exposiciones, ayunas de rigor y verdad, estudio sincero y razonado con la casi perdida de objetividad e imparcialidad que debería mantener un comunicador aséptico, puro, inmaculado. Hoy, la condición humana no permite ese idealismo que todos desearíamos, pues la inclinación hacia uno u otro aspecto viene dado por matices, deseos, ideas, rechazos, filias y fobias hacia lo que no es de tu propio interés, normalmente egoísta o condicionado.
En el pueblo de Tordesillas ni ha habido, hasta la fecha, ni hay enfrentamientos. Posiblemente en alguna ocasión los haya si no se impiden antes, si no se prevén, si no se ejerce la prospectiva de seguridad necesaria cuando la masa humana se junta contra o a favor de algo.
Desde esta puerta de cuadrillas se ve que a un pueblo y a sus habitantes, nobles y leales, se les está vejando, atacando, pintarrajeando, quemando, motejando, insultando y odiando como nunca en la historia. Y todo con la anuencia bastarda de empresas que tienen la posibilidad en sus medios de exponer las razones, fundamentos y explicaciones objetivas y no subjetivas ante cualquier asunto. Es un pueblo al que su festejo singular, genuino, único, propio, taurino e histórico, perfectamente reglamentado, regulado, dentro de la ley y de la norma, se le intenta prohibir, borrar y destruir con la violencia y la fuerza, siempre por las presiones de una parte descontenta de la sociedad. Eso sí que es una deshonra para un medio de comunicación, sea el que sea, no ponerlo en solfa y entredicho y una infamia para la sociedad democrática.
Tordesillas está dando un ejemplo de honradez, respeto por sus tradiciones, creencia en su ideal y dando vida, cauce y sustento a otras muchas manifestaciones en las que el toro bravo protagoniza su juego eterno con el hombre.
Por eso es la emoción y el sentimiento lo que nos embarga cada tarde en ese patio de cuadrillas cuando los toreros salen dispuestos a realizar su paseíllo de gloria y miedo en una plaza, en un pueblo, ciudad, campo o calle de España.
Dibujo: Martín Ruiz Anglada
Deja una respuesta