Con la salida a hombros del rejoneador Sergio Domínguez y del novillero Carlos Durán por la puerta grande tras cortar dos orejas ambos a su lote en el festejo celebrado hoy domingo en Cigales, con motivo de las fiestas patronales en honor de Santa Marina, concluyó el serial taurino de una novillada mixta en la que ha habido de casi todo. Y por no ser prolijo vamos a explicarnos e ir poco a poco con el relato.
Muchas caras conocidas entre los participantes y el público que llenó en casi tres partes la plaza portátil de la Villa cigaleña, cuna del clarete. Miembros de la familia Gamazo, que lidiaban hoy sus reses, con Mauricio a la cabeza y Rafa Agudo, el mayoral de la ganadería, ataviado con su sombrero de ala ancha, de plaza, propio del acontecimiento. Con él compartí en el callejón prácticamente todo el festejo en comentarios, opiniones y maneras junto con Ignacio Hernández «chimenea«, el torero de Laguna. Los diestros José Ignacio Ramos, Mariano Jiménez y David Luguillano; el apoderado Santiago Garay, mi amigo el fotógrafo José Salvador; Cachichi presidiendo la corrida… En fin, prácticamente una gran parte de los taurinos de Valladolid habían acudido a Cigales para ver la programada novillada mixta por Espectáculos taurinos y gestión, una joven empresa que ya va siendo conocida por estos lares de nuestra provincia y región gracias a su buen trabajo.
Y como se anunciaba en el festejo, una novillada mixta para el rejoneador de La Rioja, Sergio Domínguez, aplausos y dos orejas; Diego Hermosilla, silencio y silencio tras tres avisos; y Carlos Durán, oreja y oreja. Los utreros esta vez eran de «Gamazo» de Raso de Portillo y resultaron bravos y encastados cinco de ellos, marcados con el hierro del Quiñón, y duro y peligroso el corrido en segundo lugar.
Por llevar el orden de actuación diremos que el rejoneador Sergio Domínguez estuvo aseado con el primero, un bravo animal que hubiera sido de cine para la muleta de haberse lidiado a pie, pero que cumplió ante la cabalgadura de Sergio. Lo templó bien clavando banderillas al estribo y a la grupa con estilo, tras dos rejones de castigo, pero pinchó un par de veces antes de conseguir el rejón de muerte que envió al desolladero al ejemplar. En el cuarto, lo mejor que hizo fue propinar un rejonazo en todo lo alto que tiró patas arriba al animal, pidiendo el público con fuerza las orejas para el rejoneador de Calahorra, que le fueron concedidas, ganándose así la puerta grande de Cigales.
En lidia ordinaria los cuatro utreros de Gamazo, excelentemente presentados, cuajados, encastados en la lidia y desarrollando sentido cuando se les hacía mal las cosas, no abrieron la boca y se resistieron a doblar, vendiendo cara su vida.
Diego Hermosilla abrió plaza pero su faena no cuajó por las prevenciones que demostraba ante el primer animal que le tocó en suerte. Un toro duro, con cierto peligro al que había que hacerle las cosas demasiado bien, y torearle con mucho oficio que es el que le falta al muchacho de Navarra. Al menos hoy, estuvo siempre en prevengan, tirando líneas, sin estirarse en ningún momento, queriendo seguramente pero no pudiendo con la papeleta que le tocó resolver. Sobre todo en el quinto de la tarde al que no pudo matar, escuchó los tres avisos enviados por la Presidencia.
Un subalterno acertó con la puntilla desde el burladero y acabó con el novillo, con el sufrimiento del muchacho, del público y de su gente. Y la verdad que el toro no tuvo tanto peligro como aparentó o le hicieron aparentar: Muy mal picado, peor lidiado y fatalmente estoqueado, fue un compendio la cosa de lo que no se debe hacer en la lidia de un toro. Los nervios han de estar templados; las ganas en punto de ebullición; el valor por encima del prevengan miedoso, contagiándose la cuadrilla, el personal y el torero de los cuernos del torete, viendo alfanjes moros donde sólo había carácter difícil y sentido, aunque de embestida noble.
Pero Diego Hermosilla, el torero, debe saber que esto le pasa al más pintado en este mundo de los toros. Todos alguna vez habrán pasado por dificultades extremas e insalvables en sus sentimientos ante la presencia de un toro bravo. Pero cuando se quiere ser torero, hay que demostrarlo con dignidad y oficio. No se debe tirar la muleta, ni el capote, ni los trastos cuando el toro aprieta y el miedo se apodera de todos. Eso está muy feo. Dicen que es dar un sainete. Pero lo bueno a considerar es que mañana será otro día que ya dicen que una mala tarde la tiene cualquiera.
Y termino con Carlos Durán, un novillero que quiere ser torero, que pese a las dolencias físicas en sus huesos y cartílagos y las operaciones quirúrgicas para remendar el sistema óseo de mano y rodilla, demostró su valer ante el público de Cigales. Brindó a la concurrencia el primero de sus toros, que sería aplaudido en el arrastre y recordamos los lances de recibo muy ajustados y una par de series por la derecha con remate del de pecho excepcional. No estuvo afligido en ningún momento, pudiendo al encastado que cerraba la corrida, doblándose por bajo con él y rematándolo de una estocada fulminante.
El respetable le ovacionó fuertemente y pidió la oreja que le fue concedida, saliendo a hombros junto con el compañero de terna Sergio Domínguez de la plaza de Cigales cuando ya el sol se ponía por entre las bardas de las tapias de adobe de la Villa vallisoletana que mejor clarete produce.
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