Aparte del 8 de septiembre en el que se conmemora la Natividad de la Virgen María, llega la festividad de la Asunción de Nuestra Señora y San Roque este fin de semana y los toros protagonizan el acontecimiento más singular de cuantos se dan en las programaciones festivas. Pese a que son rechazados por personas que tienen por costumbre dar voces contra ellos machacona e insistentemente por tenerlos como una forma arcaica de diversión y entretenimiento, -¡craso error el suyo!- los pueblos de Valladolid, muchos de Zamora, Salamanca y Ávila se dedican a soltar toros bravos por las calles, correrlos, cortarlos, lidiarlos y torearlos en estas fechas veraniegas.
Tanto es así que llegó a decirse entre los taurinos que si un diestro no toreaba el día de Nuestra Señora de Agosto o San Roque, no era torero. Y ello exageradamente debido a tantos y tantos festejos como se daban en todos y cada uno de los pueblos. Está bien que quien desee en su pueblo cambiar los toros por un concurso de limonada o de pinchos de tortilla que lo haga. pero, hoy por hoy, y pese a la que está cayendo, los pueblos se llenan de visitantes cuando hay encierros y toros corriendo por sus calles. Ya lo dijo Félix Calvo Casasola, el sempiterno alcalde de Villalar: «Una fiesta sin toros, es una fiesta muerta«. Todo lo que se diga después es majar en hierro frío.
Este es un fin de semana taurino por excelencia. Los aficionados, jóvenes y viejos de ambos sexos, van y vienen de pueblo en pueblo y de localidad a localidad, a divertirse viendo los toros que corren por las calles, formando parte de esos toreros de fortuna, llenos de vitalidad y alegría que se emocionan con un toro de lidia que arremete, cornea y trata de coger al espontáneo. Llamadas y cites desde talanqueras. Carreras, risas, emociones, gritos y silbidos…
¡Vamos allá que hay toros en este pueblo!
Foto: José FERMÍN Rodríguez
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