Y El Cid en su despedida cortó una oreja. Casi lleno en la Chata de San Benito y un calor sofocante a la hora de comenzar el festejo que hacía presagiar una tarde de sol y moscas con los victorinos en el ruedo y la transmisión en directo por televisión de Castilla la Mancha.
La tarde empezó con sopor y fuerzas justas de los albaserradas del orgullo, pero se ve que a la mitad del festejo cuando ya las piedras del tendido dejaron de cocer en el antifonario de los espectadores, alguno de los cuales vimos regar con agua el asiento para no sufrir esas calenturas, la corrida cambió del todo poniéndose hermosa, dura, encastada, noble y entregada para los toreros.
Especialmente el quinto de la tarde derribó en la primera vara y luego le dieron para el pelo. No obstante, el animal sería acreedor del pañuelo azul, bien enseñado por el Presidente de la corrida el vallisoletano Manuel Gutiérrez.
Dicen los taurinos que los toros con sol y moscas. Y en Soria el calor fue de los de trilla en la era, de los que hacen época, de agua, sombra y abanico. Los riñones de los toreros destilaban la natural sudorina traspasando las telas de los trajes de luces.
El comienzo del festejo fue cansino y marcado por la escasa fuerza de los primeros victorinos, pitados en el arrastre. Pero los cuatro siguientes, aplaudidos, y uno premiado con la vuelta al ruedo, reconciliaron al ganadero con su afición y con los toreros que les desorejaron,permitiendo a Escribano un triunfo macizo, a Rubén Pinar otro de entrega y poderío y al Cid el consuelo de una digna despedida.
foto:Rebeca Hernando
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