Ayer vi por televisión la corrida de Huelva, esa que echó Movistar con una locución más que apoyada en un panegírico constante hacia Morante de la Puebla que ya raya en el almíbar empalagoso. Bien es verdad que la compostura del «Paquiro» redivivo de la Puebla, cuando mece el capote, tiene un no sé qué, que parece un qué sé yo que a todos pone de acuerdo.
Verdad es que el torito que abrió plaza de Torrestrella, le permitió al torero en la nobleza de su embestida integrarse y ofrecer una faena para él y sus seguidores.
Pero como los toros cada uno los ve a su manera, de ahí la riqueza cromática y luego expresiva, se está llegando en las crónicas taurinas a una línea más que baja, deteriorada por falta de meditación, de mesura y compromiso con la dicción y en aras de la inmediatez, de la rapidez, de salir en las redes sociales cuanto antes y no ejercer de cronista objetivo, ameno y atrayente, reflejándose en los portales importantes que se dedican a la expansión de los festejos, últimamente algunos trabajos no llegan ni a simple becario, esforzado e interesado por aprender.
Dicen que perro no come carne de perro, en símil referente para decir que los mismos del gremio no se atacan entre ellos en sus medios de comunicación. Lo bueno de esto es ser libre como el viento, único en errores y aciertos, plasmar en nuestras palabras una crónica entretenida como aquellas que gustábamos hace años de los personajes más singulares de la profesión: Federico Acosta Noriega; Pepe Alameda; Andrés Amorós; Ángel Moisés; Celedonio José de Arpe; Joaquín Vidal; Cañabate; Zabala padre; Ignacio Álvarez; Fernández Román; Molés o Navalón… Ahora con el fin de los tiempos del papel y encumbramiento de la pantalla digital, no es extraño leer párrafos como este, casi un sin sentido:
«Al carbonero sobrero le costaba mucho más irse que venir a la muleta, donde se mostraba reservón y con la cara natural. No fue nada fácil para Juan Ortega andar por la cara, aunque lo hiciese con torería y con gracia. No había más que mostrar con el de Torrestrella, que ni siquiera tuvo raza para ponerse lo peligroso que hubiera podido de tenerla«.
Los toros, como muchas cosas que hemos conocido, se encuentran en una tesitura de cambio, de transformación y muy posiblemente de eliminación porque quienes debemos transmitir los sucesos, los hechos, los acontecimientos, dormitamos demasiado y tendríamos que hacerlo con mayor decisión, pocos ditirambos interesados, objetividad y sentido práctico, al lado de nuestra propia verdad. Así estamos ahora mismo ganando en inmediatez pero perdiendo totalmente en pausa, razón y fe.
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