Hacía tiempo que no veíamos una tarde tan completa y bonita como la presenciada hoy en Roa de Duero que abría sus fiestas patronales con una corrida de postín: Con lleno en los tendidos, se han lidiado Toros de Fernando Peña, bravos y nobles en general con un sexto excepcional premiado con el pañuelo azul por su encastada bravura en todos los tercios de la lidia para Juan José Padilla, dos orejas y oreja; Morenito de Aranda, oreja y oreja y Paco Ureña, aplausos y dos orejas. Los toreros y el mayoral de la ganadería Juan Carlos Sánchez salieron por la puerta grande de la plaza al término de la misma cuando ya las luces artificiales iluminaron el recinto raudense. Y decimos esto porque todas las circunstancias, en este caso positivas, se han dado cita en su albero. Además el público, en algunos momentos enfervorizado con las faenas de los diestros no dejó de aplaudir y ovacionar en varios momentos de la tarde. Especialísima fue la ovación de cierre a Paco Ureña, gritándole el tendido: ¡torero!, ¡torero! tras su brillante intervención.
No parece baladí cuanto decimos por lo visto esta tarde en Roa. Primero porque el encierro de la ganadería de Fernando Peña, cuyo representante Federico Barbero posaba esperanzado con su mayoral tal y como pudimos recoger en nuestra cámara, ha resultado bravo y noble en el que solo uno adoleció de fuerza y exhibió más flojera de la cuenta por aquello del acalambramiento en las patas traseras que sufrió y fue a más a lo largo de la lidia y el devuelto cuarto de la tarde y sustituido por el sobrero de la misma ganadería. El resto del encierro pasó con nota elevada el examen, especialmente el ensabanado más que cárdeno claro que hizo segundo, lidiado por Morenito de Aranda y el que cerró corrida premiado con el pañuelo azul estoqueado por Paco Ureña.
Juan José Padilla, el maestro de Jerez, estuvo como siempre dándolo todo, animando la tarde al abrir cartel y poner muy alto el listón a sus compañeros de terna. Porque Juan José Padilla, pese a sus carencias físicas y en alguna ocasión estética sabe qué es lo que el público demanda. Se echa de rodillas cuando es preciso, llega con fruición y alegría a los espectadores y es un hombre siempre solícito, agradecido con chicos y grandes. Padilla exprimió a su primero como un limón, que molestaba con la cara arriba en su embestida pero que se dejó hacer por el diestro que lo sometió con galanura y profesionalidad. Pinchó sin soltar y logró una estocada entera que le valió el doble premio en Roa. El cuarto de la tarde, sobrero del devuelto por cojo, Padilla se lo brindó a quien fuera alcalde de Roa David Colinas, estupendo aficionado. Luego le hizo una sobria faena con poderío y entrega. pese a pinchar de nuevo arriba, sin soltar, logró la estocada y nada más doblar el toro, las peñas le cantaron el corrido mejicano de: «¡Sigo siendo el rey!» entre la ovación y alegrías.
Morenito de Aranda bordó el toreo esta tarde en su tierra burgalesa, porque Jesús Martínez estuvo por resumir su faena emocionalmente bello. Hizo un toreo espectacular, grandioso y entregado, digno de ver y emocionarse. En el toro que pareó estupendamente su subalterno Carlos Aranda, recibiendo la ovación del público, toreó con la izquierda como pocas veces le habíamos visto, echándole al hocico los flecos y llevándole al animal embebido y templado, sin enganchón alguno, con temple y solera.
Con el rabo del ejemplar ganado, mira por cuanto, consigue una media estocada y debe hacer uso del verduguillo en cuatro ocasiones, no acertando en el centro vital del toro. Pese a lo cual el público pidió con fuerza la oreja que le fue concedida por el usía. Otra lograría en el quinto de la tarde.
Y llegó Paco Ureña en el sexto. Un auténtico vademecum del toreo singular, perfecto, cargando la suerte, con los riñones metidos en el lance, roto y entregado, extraordinario. De efecto visual elegante, corroboró su faena con una estocada efectiva que mando al desolladero al de Fernando Peña.
Paco Ureña es un torero que no tiene demasiadas apariciones en público, pero que hace un toreo clásico lleno de sabor y grandeza. Toreando despacio, lento, suave, sin precipitación alguna. Una maravilla, vaya, digna de ver. Porque en Roa Paco Ureña ha mostrado sus credenciales de sabor y de saber, de entrega y fortaleza, de torería y de valentía. Todo virtud y nada más, en el que cerró plaza.
Al acabar la tarde con las luces encendidas de la plaza y tililando las lentejuelas de los trajes de luces todos salieron contentos, hablando de toros y de la estupenda tarde pasada en la tierra burgalesa del Empecinado.
Fotos: Jesús López
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