Vino la corrida de Victorino a Valdemorillo con la vitola que siempre despiertan sus toros a la atención del espectador, por saber que tienen esa chispa diferente de los albaserrada que los hace únicos. Al final, los toros pueden ser buenos o malos; mansos o peligrosos; duros o flojos; encastados… En un sin fin de cualidades que se dan entre los animales de lidia de este hombre desde que se hizo con la vieja ganadería de Escudero Calvo. Y así, la plaza de la Candelaria presentó una estupenda entrada con casi lleno en los tendidos. La gente bajo cubierta con el frío exterior serrano y la baja temperatura lo que originaba que el vaho de los animales se apreciara en el jadeo. Tal cual si fumaran. Y todo ello porque los toros son la parte fundamental de la fiesta., y cuando hay toro, la gente responde, la emoción surge entre los espectadores y todos se llena de un halo dulce, esperanzador, hermoso, grandioso. Es el ejemplo palpable para que la fiesta resucite de su letargo. No hay otro medio más que el de buscar el toro.
Sergio Aguilar, ante el complicado «bombonero» que abrió plaza y al que recibió bien con el capote, sufrió un pequeño susto cuando intentaba pasar al toro por el pitón izquierdo y éste lo echó mano elevándolo del suelo sin más consecuencias, en la faena de muleta. El toro, casi imposible y a menos en la lidia, llegó hasta abrir la boca, cosa muy difícil de ver en estos victorinos. El toro fue pitado en el arrastre. Mal con la espada en su segundo, tampoco le acompañó el acierto con los aceros.
Fernando Cruz con el bizco «jarrero» que brindó al público demostró valor y mérito en su faena. Muy serio y haciéndolo bien el torero logró cortar una oreja tras una estocada desprendida. Con el «plantillero» quinto de la tarde noche, un toraco de 560 kg., feote, cinqueño, con escasa cara y gran cuerpo, estuvo en torero. Cruz disfrutó con el quinto en los inicios de faena. En el aire estaba la dureza de la cornada sufrida hace unos meses en Madrid, sin embargo Fernando ahuyentó el fantasma del miedo y dio la medida de lo que puede seguir siendo en este mundo del toro. Merecida la oreja y la puerta grande para el diestro.
Y la sorpresa de Alberto Lamelas con «verdulero«, un buen toro, bravo y encastado, que no defraudó a nadie. Alberto Lamelas hizo siempre un toreo muy tranquilo, andando con el animal con mucha condición, echando la muleta y volándola perfectamente, barriendo con temple y profundidad, llevando al toro toreado y rematando con garbo, estética y poderío. Sufrió un achuchón con voltereta incluida, y fue premiado con la vuelta al ruedo cuando acabó con ese «verdulero» de Victorino, pero en resumen, muy bien toreó Alberto en Valdemorillo. Ante el sexto, un toro con chispa, encastado, duro, Lamelas mostró sus ganas y su afición, sin asustarse, con valor, en todo momento. Había brindado cariñosamente a El Chano presente en el tendido que recibió la calurosa ovación del público. Bajando la mano, con temple, Lamelas hizo un toreo muy aplaudido y gustoso en Valdemorillo.
Y se acabó Valdemorillo. Una feria importante que ha dado al aficionado un concepto de lo que tiene que ser el toreo para ser seguido y que los espectadores vuelvan a los toros. Y mientras tanto, en el frío de la noche atravesó el dintel de la puerta grande, aupado a hombros, un gran torero, Fernando Cruz.
Fotos: José Fermín Rodríguez.
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