No hace tanto tiempo reflejábamos una crónica en esta misma página titulada “Presidentes cabales” a cuya referencia remito al curioso, destacando la función primordial del Presidente de los festejos taurinos perfectamente descrita en el Reglamento general taurino vigente y en cuantas disposiciones a ellos se refiere. No es Presidente de un festejo taurino cualquiera por muy buen aficionado que se sea y se conozca la reglamentación, sino que además su formación, debería estar muy por encima de lo que se entiende por normal. Claro ejemplo está en la Universidad complutense en cuyas aulas se forman los miembros de la Asociación Nacional de Presidentes de Plazas de toros con test semanales de reciclaje y puesta a punto en su formación taurina.
No parece demasiado académico formar con unas horas y en cuatro conceptos cogidos por los pelos y entregar el título de Presidente a cuantos se inscriben en un curso, sino que ahora con los modernos medios de comunicación, pueden hacerse los test en el propio domicilio, conocer los documentos legales en los que se apoyan y ejercer el estudio de las cosas con mayor profundidad, con una formación continua y continuada. Para entendernos, una especie de Universidad taurina a distancia con sus pruebas presenciales y prácticas. Porque un Presidente es un equilibrista que debe mantener la distancia y la unidad entre el público, la empresa y los toreros y para eso se exige formación, criterio, fe en lo que se hace y amor por su actividad.
A lo largo de este tiempo que dedicamos a la información taurina y a intentar colaborar con la fiesta y con todos cuantos estamentos, personas e instituciones regentan, dirigen, controlan u organizan espectáculos taurinos ante el público que paga su entrada por ver un espectáculo íntegro, atrayente e interesante, hemos dejado claro la postura de los profesionales, ya sea empresarial, ganadera o artística. Y sobre todo destacando el esfuerzo notable y de recursos económicos que todo ello mueve entre la sociedad española.
Ahora bien, hay una cuestión que es comprobable en estos momentos, y consiste en que miembros de los Ayuntamientos organizadores o colaboradores de los festejos taurinos presiden corridas de toros, novilladas picadas o sin picar o del bello arte del rejoneo. Y así concejales de la Corporación con el título de Presidentes de Festejos en el bolsillo, sacado en unas reuniones didácticas y de enseñanza impartidas por el Organismo autonómico que tienen competencia en el asunto, presiden y dirigen las corridas de toros en el ámbito de su localidad.
Ellos, los concejales, han intervenido además y anteriormente en el ámbito administrativo para la adjudicación de los pliegos de condiciones al mejor postor, otorgando su concesión y su adjudicación pública al mejor colocado, a quien la Corporación ha decidido otorgar su confianza para la organización de los festejos.
Tratándose de dineros públicos, debería primar sobre todo la escrupulosidad, las actitudes esmeradas, claras y limpias porque éticamente no parece correcto ni medianamente adecuado, cuando hay subvención empresarial, ni cuando el propio Ayuntamiento es Empresa, que las mismas personas sean jueces y parte de una actividad en la que se mueven recursos públicos.
Por ello surge de inmediato una pregunta: ¿Cómo se aplica un Reglamento, una disposición imperativa o se adopta una medida taxativa, dura o difícil en beneficio de los espectadores por alguien que tiene interés manifiesto en la propia adjudicación y que es parte de la concesión empresarial?. ¿Seguirá el criterio marcado o bien doblegará su decisión a lo que le indique quien ha recibido la atribución municipal?.
La mujer del César además de honrada, tiene que parecerlo. Y para evitar la suspicacia, el atisbo de engaño, o la mera intención de causar daño a unos y favoritismo a otros, creo con toda rotundidad, que los alcaldes y los concejales de los Ayuntamientos deberían abstenerse de presidir festejos taurinos cuando sean parte interesada en sus localidades, pues nadie puede ser juez y parte de una decisión. Lo contrario no sería justicia, sino un abuso y un fraude con toda la barba, por bien que lo quieran hacer.
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