Jorge Sahagún, el novillero de Villafrechós y de la escuela de Rioseco, no pudo completar un éxito que tenía ganado por su faena a los novillos del Vellosino, nobles pero escasos de fuerza, al fallar a espadas, pinchando en hueso pese a tirarse a matar en todo lo alto. Fue ovacionado por ambas faenas ante los dos ejemplares que le tocaron en suerte.
Quien triunfó en ese festival de Morales de Toro frente a los erales de Vellosino de Campo de Ledesma fue Alberto Durán, titulado como novillero con caballos, más placeado y con oficio, al cortar dos y una orejas a su lote.
La tarde que cerraba las fiestas patronales de toros en la localidad zamorana había programado un festejo de los denominados festivales taurinos sin picadores en una plaza de pueblo acondicionada para la ocasión, de traza rectangular y en la que los toriles están ubicados en el interior de la Casa Consistorial. De manera que por una portada renacentista de sillares perfectamente labrados salieron los ejemplares lidiados esta tarde, dando una sensación de mezcolanza entre el ayer y el hoy digno de contemplar y degustar.
Nos recibe amablemente en el Ayuntamiento el alcalde de Morales, Luis Segovia, justo en el preciso instante en que los veterinarios y el delegado gubernativo realizan las tareas de papeleo en la oficina municipal. Tras acceder a la misma por unas escaleras señoriales de piedra, encuentro una valla de hierro que corta la entrada. Ante la pregunta para satisfacer mi curiosidad, el Alcalde me contesta que es para evitar que los toros entren dentro del salón de sesiones del Consistorio, pues normalmente suben hasta arriba e incluso se ha dado el caso de abandonar el edificio el toro por la ventana de la Secretaría y «anduvo pisoteando los tejados contiguos«.
Con dos palmos de narices y la boca abierta, imaginando la situación, y viendo los cinco toracos que tienen para correr por las calles, agradezco la atención y la explicación y bajo al suelo donde me procuro sitio seguro entre las talanqueras de hierro debajo de la Presidencia del festejo, fuera de esa Casa en donde reposan los toros para lidiar. Me coloca Miguel, «el Alguacil de la democracia» en su último día de trabajo ya que se jubila y para el que su alcalde, micrófono en ristre, pide un aplauso por su dedicación al ayuntamiento durante estos años.
Sale el grupo de novilleros y cuadrillas vestidos de corto en lugar de luces para hacer el paseíllo a los sones de un karaoke electrónico producido por un músico, hombre orquesta, que se multiplica gracias a la técnica los acompañamientos y melodía del pasadoble, y que amplificado suena y suena en todo el recinto prácticamente lleno de espectadores.
Pero vamos a la faena taurina en sí que se nos va la crónica en circunstancias y anécdotas.
Alberto Durán pechó con los dos mejores novillos, especialmente el segundo bravo y encastado, noble y repetidor al que hizo una variada faena, y que brindó al ganadero del Vellosino Manuel Núñez, pero que no acertó a rematar con la espada. Si ya tenía ganada la puerta grande de Morales por su trabajo con el que abrió festejo, el primero de la tarde, al cortarle dos orejas, en este si hubiera acertado con los aceros, habría rematado brillantemente su actuación.
Jorge Sahagún, entregado y valiente, recibió a porta gayola, con la dificultad añadida de la orografía del coso, a su novillo, lo toreó bien, asentado, firme. Una faena aplaudida por el respetable que se dio cita en gradas, parapetos y barrotes. No obstante, al llegar a la suerte suprema, falló estrepitosamente en ambos, y eso que él se tiraba a matar en lo alto, pero pinchó en hueso. Un calco en la suerte de matar, mal conseguida, y varios golpes de verduguillo atronaron al fin a los animales de su lote.
El público aplaudió y animó al muchacho reconociendo su esfuerzo ante los novillotes, con muy poca fuerza, que le tocaron en suerte, así como su falta de acierto con el acero.
Cuando ya caía la tarde, abandonamos Morales, no sin saludar a Pablo Santana y felicitarle por el éxito de su hijo ayer en Linares de Riofrío (Salamanca) toreando con Víctor Puerto, Palomo Linares y El Capea. También al padre del novillero César Alonso y al Presidente de la Peña Jorge Manrique de Rioseco, Chema Rueda, que acompañaba al novillero Jorge Sahagún, alucinando todavía por el recinto tan bello de Morales de Toro, en el que aún se corren toros con edad y pitones.
Deja una respuesta