Se cerraron las ferias y fiestas de la Peña de Tordesillas con un festival taurino muy interesante por el juego de bravura y acometividad que dieron los cinco novillos de Miranda de Pericalvo, varios de ellos aplaudidos en el arrastre y buenas y entregadas faenas por parte de los toreros que intervinieron en él, aunque sin acierto luego con los aceros para haber compendiado la formidable tarde de toros que acogió el coso tordesillano de Valdehuertos para despedir su feria taurina. David Luguillano, Joselillo y el novillero Diego García desorejaron a sus enemigos al cortar un apéndice tras sus faenas, en tanto Gómez del Pilar y Borja Jiménez recibieron una fuerte ovación, saludando desde el tercio.
Siempre suelen decir los aficionados que este tipo de festejos, con la misma reglamentación y desarrollo que las novilladas o corridas de toros, deberían proliferar y darse con algo más de presencia de aquellos que quieren empezar o están empezando en el mundo del toreo que los diestros ya consagrados por el tiempo. Pero las cosas están como están y cada uno tiene que acudir a donde le llaman. No queda otra si se quiere pervivir en la profesión. Y vamos al festejo en sí, celebrado con tiempo espléndido, de sol y moscas, y con media plaza del aforo cubierto.
David Luguillano, el maestro del duende, se enfrentó a «pajarón», un eral de Miranda de Pericalvo, bravo, noble y repetidor que metía la cara, empujaba con codicia y acudía al cite pronto y con cierto movimiento que en un par de ocasiones llegó a sorprender al vallisoletano. Luguillano tiene una figura estilizada, perfecta para desarrollar su arte de torear y en algunos momentos de la faena hubo pasajes muy logrados, sencillamente arqueados y con galanura. Aunque dio comienzo a su faena al hilo de las tablas hubo de desistir ante la codicia del animal que le achuchó y complicó esa manera de comenzar. Luego, flexionando la pierna, le enjaretó unos pases por bajo, enseñando al novillo la embestida, de alta escuela. Su continuidad en la faena no estuvo a la altura de otras ocasiones. Tras entrar a matar, recibió una oreja.
Joselillo tuvo enfrente al novillo «africano», el más escurrido del encierro, pero se fajó con cierta gracia recibiéndolo con el capote y ciñiéndose en los lances con el cite ajustado. En la faena de muleta, brindada a Álvaro de la Calle, lesionado, Joselillo se mostró con su toreo poderoso, de raza y entrega. Tuvo algunos momentos en una serie por la derecha en la que embarcó al burel con temple de calado. A Joselillo le vi mucho más serio y comprometido en su manera siempre airosa y valiente de torear, con la gracia y arrimo que lleva en su peculiaridad torera. Tras estoquear al ejemplar, recibió una oreja.
Gómez del Pilar fue el torero que tuvo a un castaño de Miranda de Pericalvo llamado «templasol», el mejor novillo y más bravo del encierro, con pujanza, acometividad e incansable. Su faena, larga y emotiva, tuvo templanza, orden y concierto, mando, calidad y casi todo lo que los aficionados crean. Creo que Gómez del Pilar toreó a lo grande en Tordesillas, pero se atragantó con la espada. Algo que sucede a menudo, cuando todo está preparado para el triunfo total, viene la circunstancia y casi todo se desmorona. Su faena alargada en el tiempo, sobrepasada más que de sobra, recibió un aviso y, luego entre demoras y pinchazo con el acero, cayó el segundo recado con el reloj más que sobrepasado. Una lástima, no ya por los avisos de la lidia sino porque la espada no conseguía acabar con la vida del ejemplar, fuertemente ovacionado en el arrastre.
Borja Jiménez, sacó el duende sevillano en algunos momentos de su trasteo, colocando cuerpo y brazos con el estilo inconfundible de su torería, amable, bella y poderosa, tanto en los lances de recibo como luego en la faena de muleta. No tuvo demasiada fortuna para despachar a «gaceta», el cuarto de la tarde, con el que Borja toreó a gusto en pasajes muy aplaudidos. Bajando la mano y hocicando el animal la arena del albero tordesillano, lo cuadró y la espada pinchó en hueso. Cuando el animal dobló, los aplausos del público le reconocieron pasajes de su faena entonados y bonitos, saludando el diestro desde los medios.
El novillero de San Sebastián de los Reyes, Diego García, con una nutrida representación en los tendidos de su peña taurina en Pedrosa del Rey y Vega de Valdetronco, puso el toreo al natural más caro y singular que se vio esta tarde en el festival tordesillano. La mano izquierda de este muchacho es prodigiosa, templa y manda y con un levísimo toque, casi imperceptible, inicia el muletazo hondo y completo, con los pies quietos y clavados en la arena, cargando la suerte. Tras una serie antológica al natural de Diego García la abrochó con un pase de pecho enorme,increíble, a la hombrera contraria, que desató la ovación entre el público asistente. La faena de Diego a «campanillo» fue más que meritoria, pero la espada no le permitió redondear su importante actuación en Tordesillas. No obstante cortó una más que merecida oreja por su faena y su estar en la plaza.
Al final del festejo todos los novilleros y cuadrillas abandonaron el coso entre los aplausos de la gente y a los sones del pasodoble «Llegó la Peña» magistralmente interpretado por la Banda de Música de Tordesillas, dirigida por Pepo Núñez Ventosa.
Fotos: Raúl Valdivielso
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