Andan en Colombia revueltos, como aquí en Cataluña y en otros sitios de España no por ello menos importantes, con ayuntamientos obsesionados e influenciados por acabar y enterrar una fiesta de toros, llena de vida y vitalidad, tan querida y amada como rechazada y escupida al por mayor y al «detall», en gran parte debido al afán de políticos de medios y escaparate en imponer a los demás sus criterios ideológicos. Numerosos son los casos que están encima de la mesa de los seguidores toreros y prolijo traerlos aquí con su denominación.
Síntoma evidente que la sociedad, achacosa y ayuna de ideas modernas e innovadoras que siembren esperanza entre todos sus componentes, camina con el rumbo sin clarificar demasiado y sin tener la convicción plena de cuanto se dice para poder luego llevar a la práctica. Revoltijos y mezclas interesadas, que desdibujan y en ocasiones borran de los gustos de las personas inclinaciones que tuvieron mucho más predicamento en tiempos pasados.
Hace unos meses el triunfo de las presiones externas, del abandono y de la falta de réplica batalladora y sufrible de las internas, produjo que desapareciera de la faz de la tierra un festejo taurino, lleno de emotividad, grande en su sencillez, único en su desarrollo y tradicional en su historia, herencia del ayer y piedra angular de la actividad taurina más popular y participativa que vieron los tiempos.
Roto el símbolo, todos andan ahora desperdigados, discutiendo si son galgos o podencos quienes persiguen a esos conejos expectantes, sesudos y enrevesados, que por estar entretenidos en conversaciones o discusiones irrelevantes, inútiles, especulativas, sutiles e intrascendentes, al final los perros devoran, acaban, terminan con ellos.
Salen a la calle los primeros carteles de las ferias taurinas importantes de España: Castellón, Valencia y muy pronto Sevilla y San Isidro de Madrid. Por delante, Valdemorrillo y festejos sueltos que marcan etapas no por ello menos importantes para el aficionado. Y comienza la matraca, la opinión inclinada o no a la crítica, al apoyo, al jabón incluso, a la excusa, pero también al leal saber y entender de cuantos encuentran en los toros una manera de entender el paso de una vocación a la realidad de ser torero.
Pocos se ocupan, sin embargo, del toro en la calle, el popular, el de talanquera, generador de mucha más atención, gasto y diversidad en los pueblos que el profesional, reglado, de ciudad y fama. Sabiendo que el toro popular es pieza imprescindible para que el reloj de la Tauromaquia siga andando.
Febrerillo el loco trae en su diario todavía entrega de premios por sitios donde los aficionados aún sienten el ayer de una temporada pasada que logró cotas de mayor interés en la mayoría de los casos, así como jornadas de preparación y ejercicio físico en aquellos que quieren estar preparados y listos para cualquier llamada, cualquier día en cualquier lugar.
El frío torero llega a todos. Por eso es necesario repensar, analizar, probar y comprobar los objetivos que se pretenden conseguir para que llegue una primavera luminosa y espléndida para su actividad vocacional, llena de interés, importancia, alcance y categoría como es la fiesta de toros, unida toda ella en una causa común, convencida y totalmente entregada que siga generando ilusión, participación y seguimiento entre la gente.
Foto: José FERMÍN Rodríguez
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