La llegada del invierno crudo y duro, aunque la temporada en América nos llegue de oídas, recoge el frío que no solo en los cuerpos sino en algunos corazones se cobija ante la ausencia de festejos, de toros por las calles, de espectáculos taurinos en una palabra que agrupen y reúnan en torno a ellos a la variopinta turbamulta de los aficionados. Suele vivirse en el invierno de los recuerdos de la temporada y mientras las charlas siguen produciéndose en localidades donde las peñas taurinas intentan paliar la falta y escasez de actividad con la convocatoria de reuniones, homenajes, conferencias, asambleas que suelen ser flores de un día, como los artículos que se publican en los periódicos, hay muchos profesionales, en cierta medida todos ellos de una u otra manera, que se preparan a conciencia, física y mentalmente para la nueva andadura.
Ahí están los diestros y los novilleros con sus ejercicios físicos día tras día, con el toreo de salón en gimnasio o nave adecuada, o como hacen quienes tienen la llave y el acceso a un recinto taurino para mover con el carretón cadera, muñecas, piernas y acompasar el cuerpo con la embestida del toro simulado. Gratamente me vi sorprendido hace unos días cuando en la Glorieta de Salamanca un grupo de aficionados prácticos de ambos sexos se entrenaba al sol invernizo más que al de ese membrillo ya maduro y hecho dulce bajo la dirección de Salvador Ruano y Andrés Sánchez en su venerable coso. Luego, todos ellos acudieron al homenaje a Julio Robles que organizaban al alimón el Ayuntamiento y la Federación de Peñas Helmántica.
Después, cuando la temporada descorra el cerrojo, unos se vestirán de luces, otros de corto y habrá quienes hagan funciones de torilero, corredor de encierro, pastor de reses bravas o cualesquiera de las actividades toreras a las que son requeridos. La cosa es matar el gusanillo, el veneno ese que produce la fiesta de toros en cuantos la colocan en el centro de su actividad vital.
En ciertos lugares de Castilla y León como en La Granja de Segovia se prepara también un homenaje al torero sevillano Manuel Escribano por su trayectoria profesional y conmemorando los XXV años de esta asociación cultural taurina, programa que llevarán a efecto el viernes día 17.
Y entre medias la noticia que Fernando Robleño acudirá con su nuevo apoderado Carlos Zúñiga a Venezuela el 25 de enero donde estoqueará los toros miuras en San Cristóbal, al haber entrado en el cartel en sustitución de Alberto Aguilar. Sin olvidarnos de la entrega de premios al concurso de fotografía taurina convocado y dotado por Morenito de Aranda llamado «Un herradero con Morenito de Aranda en la ganadería Toros de Castilla»…
En fin, actividades más culturales pero siempre relacionadas con la Tauromaquia para que el abono a esa raíz que todos debemos regar día a día y momento a momento, a fin de que no se seque tanta belleza, tanto arte y tanta pasión como atesora la Fiesta de toros, llegue a todos los sitios de ese gran árbol que es y debe ser toda la familia taurina.
Es ahora la llegada del invierno crudo y duro, el de las nieblas y los fríos de escarcha cuando los toros se acogen al manto de pelo en las querencias de la dehesa, su silencio y paz, antes del reburdeo de lucha, los pitidos del presagio y el berreo de nostalgia que empezarán en bramidos y llenarán los aires, mientras rumian a compás cadencioso entre sus dientes en un traqueteo singular de sonido de hueso.
Foto: Aficionados prácticos de Salamanca
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