Las palabras del torero Gonzalo Caballero, ex futbolista, amigo de Froilán, íntimo del papel cuché y de la superación del dolor propio y ajeno se desparramaron anoche en la Gala taurina de las Ventas contra la empresa y contra quienes le premiaron por su gran estocada en la pasada feria madrileña. El premio lo devolvió y al empresario actual de Madrid, el francés Simón Casas, productor de acontecimientos, hombre apreciado y distinguido tanto como odiado y repudiado según con quien se hable, le echó en cara la razón por la que no aparecía contratado en la próxima Feria de San Isidro, destacando que a él «le sobran inteligencia y valor«, -aunque él dijera inteligencia y cojones, que en el ambiente en que nos movemos se entiende mucho mejor-.
Esas palabras de Gonzalo Caballero han oscurecido el resto de intervenciones de la Gala. Por ejemplo las del mismo Rey emérito Juan Carlos I que asistió al acto acompañado de la Infanta Elena y las del resto de compañeros galardonados en el mismo acto.
Posiblemente las malas lenguas hieren como cuchillos afilados a las personas y de ahí que haya que medir mucho las palabras ante una actitud y un acto que ha tenido poco de valentía, mucho de fachada, osadía y humo, más de soberbia que de prudencia y respeto a los demás que de comprensión y aceptación de una decisión mercantil adoptada en virtud de unos parámetros económicos y de cuenta de resultados.
Simón Casas ha venido, y en algunas intervenciones le he escuchado con atención como en la celebrada durante las Jornadas taurinas de Valladolid el pasado mes de octubre, en la que abogaba por la supresión de gastos y emolumentos veterinarios, reestructuración total del funcionamiento de la fiesta y de las corridas de toros. “La ética es intocable. La del torero, la del toro. Por qué tanta injerencia, tantos complejos. Hay que abrir perspectivas, porque cuando uno quiere gozar del arte no podemos ser conservadores. Que el empresario de Madrid diga que sobran los veterinarios, sobran los presidentes… me tendrán por maldito». Esto se lo oí yo en Valladolid al empresario y productor, como él se denomina, francés, que en su pecado llevará la penitencia.
En la otra parte del fiel de la balanza que sopesó ayer un hecho incuestionable, diferente, que muestra bien a las claras por donde va el espíritu y la realidad de la Tauromaquia y tal vez de la sociedad en ocasiones desnortada y siempre actuando a favor del más fuerte, la actitud de un gran torero con futuro, pundonor y sacrificio como Gonzalo Caballero anoche en sus trémulas y emocionales palabras puso al descubierto el mal que aqueja a esta Fiesta y a la sociedad a la que rinden pleitesía nuevos advenedizos, de escasa formación intelectual, curtidos por avatares dolorosos de la vida, vendedores de humo y promesas con un pecado capital por vestido, el de la soberbia que aprovecha una circunstancia de gala y fiesta para reivindicar personalmente una actitud contra otro. Cuando aquí en ese momento ni era el sitio, ni el lugar pues por el respeto a los demás, solo cabe humildad por muchas ganas y razones que se tengan.
Por eso la noche taurina ayer en Madrid fue para mí, solo de fachada y tristeza.
Fotos: PLAZA1
Federico dice
Totalmente de acuerdo. Gonzalo Caballero es un gran torero, con proyección y muchas cualidades, pero en esta ocasión debió «taparse» y morderse la lengua. Cierto es que en el fondo su razón no le falta, pero por educación, respeto y elegancia, virtudes también muy toreras, mejor hubiera hecho no diciendo esas palabras.