El toro «Gironero», marcado con el número 131, de pelo negro nacido en diciembre de 2012 y de 612 Kilos de peso, perteneciente a la ganadería de El Puerto de San Lorenzo, corrido en sexto lugar en la tarde de hoy ha sido acreedor al pañuelo naranja, como premio a su bravura, nobleza y acometividad. Ha sido lidiado por el diestro Sebastián Castella que obtuvo el premio simbólico de dos orejas y rabo, saliendo a hombros al final del festejo por la puerta grande de Zamora.
El cierre de la feria taurina de Zamora, y más concretamente esta corrida en la que dos de los diestros anunciados han sido sustituidos en el cartel por encontrarse convalecientes, ha culminado con un broche de oro, siempre singular, al pedir el público de manera ostensible y mayoritaria el indulto de la res.
Abría plaza, cuyos tendidos se llenaron en algo más de media, el centauro Diego Ventura que rejoneó dos toros de Guiomar Cortés de Moura, bravos y repetidores. Diego toreó y cabalgó con solvencia, quebrando de manera inverosímil y poniendo todas las ganas, pero se le atragantó el rejón de muerte en el primero y debió echar pie a tierra para descabellar el segundo, tras lo que recibió una oreja y petición de la segunda que no la concedió el Presidente con muy buen criterio.
En la lidia ordinaria, los toros salmantinos de El Puerto de San Lorenzo han resultado bravos, encastados y con recorrido lo que ha favorecido la lidia de los maestros Ferrera y Castella, sustitutos de los anunciados Talavante y Roca Rey.
Habría que destacar una muy buena faena de Ferrera al segundo de su lote, con la pasión de su entrega y el temple del diestro, pero que no pudo salir por la puerta grande al fallar con el acero. Ferrera, que había cortado una oreja en el primero de la tarde al ejemplar de nombre «gañanito» no redondeó su actuación, porque el estoque cayó trasero y defectuoso lo que esfumó todo el mérito y la puerta grande que había ganado por sí mismo. Recibió un aviso y dio una aclamada vuelta al ruedo.
Sebastián Castella, el hiératico torero francés, quietud en las zapatillas, mando en plaza y concepción del toreo poderoso toreó con primor al «gironero» que cerraba corrida, comenzando su faena en el centro del platillo, sitio donde la desarrolló fundamentalmente. El toro embestía alegre, con el rabo tieso, y con nobleza, bajando la cabeza y siguiendo la tela con ansia y bravura. Castella se hartó de dar pases hasta que en el tendido algunos sacaron el pañuelo blanco, cuestión que se fue extendiendo como la pólvora y subiendo los decibelios de los ¡olés! y el griterío del público. Castella mira al Presidente de la corrida y éste le indica que siga toreando al ejemplar mientras con teléfono en ristre, pide el apoyo del ganadero, como es reglamentario. Cada arrancada del animal es un gozo para el sentido, al verlo raudo ir a la tela. Y así mientras crece la petición de «¡toro», toro!«, el pañuelo naranja asoma en la balconada, desatándose la alegría en los espectadores.
Castella simula la suerte de matar y el toro es arrimado a la boca del toril, entrando a los corrales. Luego, le conceden las dos orejas y el rabo simbólico del toro de El Puerto de San Lorenzo.
En esta corrida actuó como sobresaliente Álvaro de la Calle que hizo dos quites ante el quinto y el sexto toro, siendo aplaudido. Además intervino en el último ayudando a los banderilleros para quitarles el toro, tras parear.
FOTOGRAFÍAS: José FERMÍN Rodríguez
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