Ese grito dado por un espectador al final de la lidia del sexto toro de la tarde, salido desde el tendido fue el resumen mejor para encabezar esta crónica pues no le iba a la zaga la realidad de lo expuesto ante un escaso auditorio bien es verdad, pues la plaza de Arévalo registró una muy pobre entrada en el festejo final de feria con lo que todo se oyó en esta tarde de toros en la capital de la Moraña.
Y por aquí tenemos que empezar. Haciendo el balance de una feria dignísima, trabajada, profesional y plena de emoción, con toros excelentemente presentados. Hoy han tocado cuatro vitorinos para la lidia a pie enrazados, bravos, nobles, aplaudidos por el respetable al saltar al ruedo. Uno de ellos al que se solicitó inmerecidamente el indulto, pero ya se sabe esa manía que hay en Arévalo de gritar «no le mates, no le mates«, como si la fiesta de toros fuera hecha para un tribunal del perdón y de la clemencia ganadera, más antitaurina que taurina. Menos mal que el propio ganadero, Victorino Martín hizo ostensibles gestos a Esaú Fernández para que estoqueara al animal, al mostrarse este remiso a hacerlo. Aquí hay que alabar la actitud del Presidente que enseñó el pañuelo blanco del aviso al matador en dos ocasiones, sin acceder a una petición minoritaria pero muy vocinglera que solicitaba el indulto del toro.
Esta «indultitis» de Arévalo tiene que hacérselo mirar una plaza que en otro tiempo ya muy lejano fue ejemplo de categoría en la elección del ganado bravo y que ahora, tras unos años de indultos a tutiplén la cosa ha calado para mal entre ciertos espectadores que asisten al festejo y que tienen por norma comenzar a vocear para arrastrar a la masa en la misma petición. Para qué quiere más el torero que actúa, ante las voces destempladas para provocar la animadversión y que el palco presidencial por aquello de no crear problemas de orden público exhiba el pañuelo naranja.
En esta ocasión hay que agradecer al Presidente de la corrida que se haya mantenido como es debido ante esa escasa petición de indulto a un Victorino al que Esaú Fernández toreó y cortó las dos orejas y el rabo.
La corrida mixta de hoy en Arévalo, y eso es lo que se han perdido quienes no han acudido a presenciarla, ha sido excepcional en todos los sentidos, amena, bonita, atrayente, emocionante y singularmente bella pues hasta los dos Monteviejo de la lidia a caballo ha sido bravos y encastados, especialmente el cuarto de la tarde, un pavo de presencia, romana y acometividad al que Sebastián Fernández con la garrocha campera fue a recibir a boca toril. Emocionante y arriesgada la suerte con las banderillas cortas tanto que recibió un golpetazo en la rodilla. El rejón de muerte colocado en el sitio, certero y efectivo hizo tremolar los pañuelos y la petición de premio. Dos orejas merecidas cayeron en el esportón del rejoneador granadino quien dio la vuelta al ruedo con su triunfo y la cuadra de caballos con los que ha actuado esta tarde. Triunfo más que merecido el de este caballero rejoneador que estuvo bien con el primero de la tarde, aunque a medida que transcurrió la lidia el ejemplar de Monteviejo perdió fuelle.
En lidia ordinaria, a pie, los cuatro toros de Victorino fueron aplaudidos de salida y después al arrastre. Uno de ellos fue premiado justamente con el pañuelo azul por su bravura, nobleza, casta y acometividad. Y eso que era un pavo de excepcional arboladura que remató en tablas como todos sus hermanos, dando trabajo al carpintero restaurador de los tableros de la plaza.
El sexto de la tarde, a mi juicio, fue el menos bueno del encierro, cinqueño, bien presentado, muy mal lidiado y peor picado, se dejó banderillear, poco, pues con dos pares y tres rehiletes en el lomo, se cambió el tercio. Esaú habló mucho al toro durante su faena: «mira, mira mira» le decía al nobilísimo ejemplar aunque justito de fuerza.
Y Pepe Moral, director de lidia, descalzo en sus faenas por aquello de la excesiva arena en la plaza, empezó torerísimo por bajo y su faena fue brillante, lenta, pausada. Torea, hermano, despacio, más despacio y el ejemplar respondiendo al diestro sevillano ante el cinqueño bien presentado que abrió la lidia a pie. Frente al quinto de la tarde rompió el dicho al menos en los primeros tercios. Ese de «no hay quinto malo». Pepe Moral brindó a una espectadora y le instrumentó una faena por ambos pitones plena de torería y muy entregada. El toro aunque bajo de fuerza, aguantó la lidia y tras propinarle el diestro una estocada entera recibió la oreja como premio, garantía de la puerta grande de Arévalo.
En fin. Gran corrida de toros hoy en Arévalo para cerrar sus fiestas patronales de 2022. Y eso que se han perdido quienes no han echado el viaje a la localidad abulense pues los tendidos de sol estaban desangelados y sin público. Tan solo la sombra tuvo lo poco que se dio cita en una tarde de toros espectacular y emocionante.
FICHA DE LA CORRIDA:
Arévalo. Un cuarto de plaza. Última de feria. Sonó el Himno Nacional antes de romper el paseíllo.
Dos toros de Monteviejo, para rejones y cuatro de Victorino Martín, todos cinqueños, cuajados, muy bien presentados, nobles, bravos y encastados. Aplaudidos de salida y uno de ellos premiado con el pañuelo azul para
El rejoneador Sebastián Fernández, oreja y dos orejas.
Pepe Moral, oreja y dos orejas.
Esaú Fernández, dos orejas y rabo y oreja.
Actuó como sobresaliente CHAPURRA.
Reportaje gráfico: José Fermín Rodríguez.
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