Diego Ventura abrió la puerta grande de la plaza en el cierre de la feria de este año, tras un rejoneo espectacular y lleno de matices, con sus nobles y toreras cabalgaduras que le valieron las dos orejas del «oloroso» de Passanha corrido en segundo lugar, el animal bravo y de mejor condición del encierro de esta tarde. Un triunfo merecido y logrado en una corrida que seguramente pasará a la historia más por los incidentes de saltos e intentos de algunos toros al callejón con una agilidad propia de saltarines y el correspondiente susto a los hombres de Valtauro encargados de descorrer cerrojos y puertas para dar salida a las reses una vez dentro del callejón, especialmente el «garabito«, tercero de la tarde, campeón de altura y generador de un revuelo y actividad a los carpinteros de la plaza.
Otro que saltó poniendo el morro en el toldillo que da sombra a la zona de toriles en donde se cobijan los empresarios de la plaza y produciendo susto y desbandada hasta en la primera fila del tendido, llegando a la cuerda acerada del brinco espectacular fue el «manito», lidiado por Pablo Hermoso de Mendoza.
Pablo Hermoso de Mendoza que abrió plaza recibió aplausos al acabar con sus dos ejemplares, en una lidia más bien aburrida y monótona, carente de chispa y sin demasiado interés, sobre todo por la mansedumbre de los ejemplares. Intentó el de Estella hacerlo bien pero los toros murubes de este hierro no han dado la medida que se esperaba ni por supuesto han mejorado en absoluto el espectáculo.
Francisco Palha, vestido a la federica, cortó una oreja en el que cerraba plaza por un rejoneo más entregado y comprometido que en el tercero de la tarde, cuyo animal se tumbó tras la suerte de banderillas. El rejoneador portugués que brindó este último toro de la feria y de la corrida a Diego Ventura fue aplaudido en sus evoluciones, aunque el público, cada vez que el toro galopaba hacia las tablas haciendo el amago de saltar, levantaba un murmullo creciente más por esa acción que por otra, sobre todo previendo las caras de quienes estaban en el callejón en prevengan y por si las moscas.
Y sobre todo, más de uno habrá ido a poner una vela a Nuestra Señora la Virgen de San Lorenzo, patrona de Valladolid, por haber salido indemne del percance sucedido entre barreras con estos toros saltarines, mansos y sin raza de Passanha que pusieron la zozobra y el miedo entre los privilegiados espectadores del callejón.






Por lo demás acabó la feria de San Lorenzo con más pena que gloria, con poco público en el tendido durante los espectáculos y sin llenar ningún día el aforo de la plaza. Para evitar que toque fondo una plaza tan significativa como es la de Valladolid y su feria, es necesario un análisis completo de la situación, tranquilo, pausado y profesional.
Fotos: Pablo ALONSO
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