Llegó la corrida de San Victorino en Arévalo que de no haberse revuelto el tiempo climatológico por la lluvia que jarreó media hora antes de empezar el festejo, el lleno hubiera estado asegurado con el protagonismo de dos toreros tocados de la gracia para ejecutar sus pases frente a un toro y la forma de composición artística que tanto apabulla a muchos: Morante de la Puebla y Cayetano Rivera han abierto hoy la Puerta grande de la plaza ante tres cuartos de plaza por sendas faenas de regusto y espaciosidad. Tanto es así que el albero presentaba una laguna de agua que obligó a trabajar a destajo a los operarios municipales de la plaza quienes armados de cepillos y rastrillos de achique, además del excelente drenaje del coso, hicieron posible que pudiera celebrarse la extraordinaria corrida de la feria, bien es verdad que veinticinco minutos después de la hora fijada para su comienzo.
Los toreros en el patio de cuadrillas y pisando el barrizal en el que estaba convertido el ruedo hablaban con la Presidencia de la corrida e incluso se barajó la posibilidad de suspensión por impracticable y resbaladizo escenario. No obstante, el buen hacer del personal, además del sol que se abrió radiante entre las nubes que fueron con viento fresco, el drenaje y el oreado de la arena propició el inicio del paseíllo tras el que se guardó un minuto de silencio. Sonó el himno nacional al comienzo y la Infanta Elena ocupó una barrera.
Los toros de Garcigrande ( 1º, 2º y 6º) y Zalduendo (3º,4º y 5º), nobles, terciados en general, justos de fuerza, fueron aplaudidos en el arrastre. Uno de los de Zalduendo, burraco, corrido en cuarto lugar salió con la divisa blanca y roja por error.
Morante de la Puebla que recibió a «calorino» el abreplaza, con lances de gusto, un toro cómodo y terciadito de Garcigrande que humillaba y metía la cara con bondad y clase, lo toreó descalzo y lo brindó a la infanta presente en la barrera junto a su hija y el alcalde de la localidad. Lo toreó despacito pues el noblote toro iba y venía como un perrillo. Lo despachó con una estocada entera y recibió la oreja. Estuvo Morante mucho mejor ante el cuarto, de Zalduendo, culminando la faena con un volapié hecho como mandan los cánones por lo que obtuvo dos orejas.
Cayetano solo pudo saludar en el primero de su lote, pues no anduvo fino con los aceros, precisando de dos golpes de verduguillo para recoger los saludos de la parroquia arevalense. Ante el quinto de la tarde, Cayetano estuvo mejor, pues el toro embestía con nobleza, gustándose en su faena. Hay un momento en que pliega la muleta y le anda al toro así, con garbo y parsimonia, por la cara. Logra una estocada entera y recibe dos orejas que pasea sonriente alrededor del anillo.
Fortes no tuvo suerte con su lote ni por supuesto con el acero. Podría haber acompañado perfectamente a sus dos compañeros de terna por la puerta grande, a poco que hubiera metido la espada con acierto. No fue así, y aunque la faena resultó de arrimo y en terrenos del toro, empezada en el mismo centro de la boca de riego, a pies quietos, el pinchazo y el aviso además de varios golpes de descabello solo le dejaron recibir la ovación cariñosa del público.














En fin. Una corrida esta de la Moraña de Arévalo que tiene su tirón por aquello de contemplar figuras en su coso, aspecto siempre gustoso y decisivo para llamar espectadores, pero el rebaje de la presentación de los toros demasiado terciaditos supone un hándicap para esta extraordinaria convocatoria en honor a San Victorino.
Fotos: José FERMÍN Rodríguez
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