Remedando la exhortación de Jesucristo a sus apóstoles cuando éstos intentaban apartar los niños que le incordiaban en su predicación evangélica, con aquel «dejad que los niños se acerquen a mí«, he parafraseado y hecho un grito lanzado por la tauromaquia a todos: «Haced lo posible porque los niños se acerquen a mí«. Sin ninguna duda, los niños son el vivero y el futuro de esta actividad artística, llena de luz y color, pero que si no se enseña, si no se muestra, si no se aporta en los planes educativos y entre quienes pueden y tienen la facultad para hacerlo, de poco servirán otras medidas posteriores que no conducen a crear una familia de infantes gustosos por la tauromaquia, los toros y los toreros.
A lo largo de mis años de profesión educativa he puesto sobre la mesa el conocimiento de la tauromaquia entre los muchos alumnos que en casi cuarenta años han pasado por el aula que dirigía. Y puedo decir, sin temor a errar ni a ser pedante, que les ha aprovechado dicho conocimiento, gustándoles además ver las imágenes, contemplar los lances, las embestidas, la liturgia taurina tanto artística o de montera como la más popular o de talanquera y participar y acudir a ver en sus entornos respectivos corridas de toros, novilladas, toros corridos, explotaciones ganaderas, encierros o capeas. Se intentó una simbiosis de unión entre ambas disciplinas y el resultado ha sido positivo. Al menos un puñado de chicos y chicas ha conocido la tauromaquia desde todos sus puntos de vista y nadie me ha impedido nunca hacerlo y enseñársela ha sido una muy grata tarea.
Me llenó de esperanza aquella promesa hecha por el actual alcalde de Salamanca cuando era Consejero de Interior y Justicia de la Junta de Castilla y León y tenía a su cargo el cometido y funcionalidad de la fiesta de toros y lanzó la idea de acercar la tauromaquia a todos los centros docentes de la Comunidad, aunque como otras muchas cosas, aquella pretensión quedó en agua de borrajas o en flor de un día, tal como este mismo artículo. En fin, sigamos con lo nuestro.
Extraordinaria la alegría, y las fotos tienen la evidencia de lo sucedido, cuando un grupo de niñas aplaudía y vitoreaba a Diego Ventura dando una triunfal vuelta al ruedo en la plaza de toros de Toro, tras una lidia y rejoneo con sus caballos llena de plasticidad y belleza; tirándole hasta las bufandas con las que se adornaban y dieron colorido a aquella tarde en la que los toros se jugaron a beneficio del equipo deportivo toresano. Emoción y aplausos espontáneos cuando los toros de Adolfo Martín salían al ruedo, brillantez el día de la inauguración de la plaza de Toro, acogida y miradas a los toreros que entraban al recinto, fotografías, saludos, sonrisas sinceras…
Superior el jolgorio visto en muchos pueblos cuando miembros de grupos de asociaciones taurinas se acercan para correr el llamado «encierro ecológico«, que más propiamente debería anunciarse como «encierro infantil de toras«, y los niños saltan, brincan, se admiran, contemplan, corren y torean los carretones de cartón piedra armados con cuernos y las carreras se suceden incansables por las callejuelas del pueblo.
En algunos lugares, y Valladolid con Valtauro es un ejemplo palpable de ello, empresas taurinas han abierto de par en par, gratis et amore, espectáculos taurinos a los chicos y chicas, para que acudieran a verlos sin cargo alguno, libremente, ofreciéndoselo para que conozcan de primera mano el contenido de la lidia. Esto es algo que debería darse en todas las ferias y por todas las empresas. Verdad es que haciendo un esfuerzo económico, como supone hoy día y siempre dar toros de balde, y además porque los resultados no se ven de inmediato sino a lo largo del tiempo. Pero el sentido de riego, apoyo y cuidado a la joven raíz que quiere arraigarse con esta fiesta de los toros, es imprescindible si se quiere que esta gran fiesta perviva. La tauromaquia eleva su grito a todos: «Los niños, haced lo posible porque los niños se acerquen a mí». Y aquí, todos tenemos la palabra y la obligación. Los primeros, los propios toreros.
Fotos: José Carpita y Fermín Rodríguez
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