Acabó Palencia con desigual sabor de boca para el aficionado, tal cual la corrida del Puerto de San Lorenzo, remendada con un sobrero de los Bayones, basto y mansote que se rajó en el trasteo de muleta y que dio un susto soberano al torilero al regresar al cubículo de salida y embestir al hombre que cerraba la puerta. Menos mal que pudo meterse raudo por la gatera, antes que el toro impactara violentamente contra el varal del cartelón de los pesos de las reses y contra la pared, dejándole algo descolorido por el percance.
Los cinco del Puerto de San Lorenzo lidiados hoy en Palencia, ante tres cuartos largos de plaza, han sido sosos, flojos y escasos de fuerza, a excepción del sexto que derribó al picador que guardaba la puerta en un arreón que pudo resultar nefasto para el varilarguero, al pasar por encima de él no sólo el toro, sino también el caballo, golpeándole en la cabeza con el casco.
Mejores los tres de la segunda parte de la corrida que los primeros, o para ser más exactos menos malos. Sí que debo decir que el comportamiento de la plaza ante la faena al quinto de la tarde protagonizada por Manuel Jesús El Cid ha sido injusto, cantándole además la canción de «tengo una vaca lechera» al empezar a lidiar, pues su flojedad de remos y escasez de fuerzas le habían producido que perdiera las manos en ocasiones y como la cosa venía caliente del toro anterior, cuya devolución a los corrales fue solicitada a la presidencia a voz en grito, el personal se manifestó así. Sin embargo El Cid estuvo firme, poniéndolo todo de su parte. Esforzado y con aplicación sacó leche de un botijo como suele decirse y tras conseguir dar muerte al animal con media estocada en buen sitio, le pidieron la oreja que le fue concedida.
Enrique Ponce había abierto el cartel con un toro muy soso, aunque noble, al que despachó de estocada, haciéndolo todo él. Y especialmente en el cuarto de la tarde, un acapachadito animal al que el diestro vio claro, pidiendo atención y tranquilidad a todos y lidiándolo como él sabe hacerlo, con oficio y entrega. Le propinó una estocada fulminante y obtuvo la oreja que paseó y entregó al final a un niño presente en el tendido acompañado del empresario Fernández Tapias.
Por su parte Daniel Luque, expuesto y siempre queriendo hacerlo bien, aunque no le salió en el tercero de la tarde ni la suerte de matar, pues recetó un metisaca infame al rajado animal, sin fijeza y cabeceando en todo momento. Se sacó la espina en el que cerraba la corrida y la feria, matándolo en lo alto, en la yema, en los rubios. Estocada merecedora por sí misma de la oreja del toro.
Al final, las lanzas se volvieron cañas. Pues lo que había empezado mal, no terminó igual, sino con cierta solvencia por parte de los toreros, más que de los toros del Puerto, pitados casi todos en el arrastre por la afición palentina.
Y así nos despedimos de San Antolín hasta el año que viene, no sin reconocer las facilidades dadas a esta Federación por la empresa de la Plaza de los Campos góticos, gerenciada por Carlos Rodríguez, para poder contar los resultados de las corridas en esta feria del año 2010 que ha tenido casi de todo, bueno, malo y regular, porque ya se sabe que en la variedad está el gusto. Gracias y hasta la próxima.
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