Fuentelapeña, dia de los santos Casilda, Acacio y Marcelo. Amanece Dios en los prados de la Guareña, verdes, hermosos, frescos con una regatera en medio por donde discurre el agua.
El camino de acceso a la finca, atiborrado de coches y gentes conformando una rebujiña de tente y no te menees. Un pastor cuida ovejas en cercana ladera y se acerca con un zagalillo, montados ambos a espernacachón en un borriquillo alegre que mueve las orejas con una cadencia graciosa. Bullicio, alegría, gestos amistosos, saludos…Es día de herradero de becerros y novillas bravas.
A mí, por principio y salutación, me ofrecen en el garigolo de la ganadería una jarra de aguacuba para refrescar, acomodo en el sitio en donde los hierros con la marca ganadera y la numeración están ya malvados, al rojo vivo, entre unas brasas artificiales de fuego producido por una bombona de gas butano.
Echo de menos a los agentes de la guardia civil, carpetilla y fichas de papel en una mano, bolígrafo en la otra cuando se aprestaban a apuntar en las actas el nombre, el número y el hierro de cada res, constituyéndose en padrinos legales de los toretes. En esta ocasión es el técnico veterinario del servicio ganadero de la institución regional Casto López Cañibano quien supervisa e interviene en el proceso; mientras la esposa de Luisma, el ganadero, anota en las fichas de machos el color del pelo, el guarismo y el número de crotal que les identificará hasta su lidia.
Es día de herradero, día de fiesta para mis amigos Luis Ma, Juan Carlos, Carlos Verdugo…este grupo de ganaderos que tienen su esperanza puesta en la cría de un ganado difícil y complicado, en otro tiempo respetado, temido y deseado. En su día el ganado de lidia que pastaba en los prados de Fuentelapeña era del llamado y conocido como “raboso”. Unos toros duros, fuertes y encastados que ponían en muchos aprietos a sus lidiadores y que además, por mor de las circunstancias ganaderas de venta y cría, pasaron por el tamiz del saneamiento en un vaciado total, siendo instalaciones y animales escaramondadas y sustituidos por el encaste actual, de El Ventorrillo y “La Campana”, como lleva grabado a fuego el semental “buenmozo” que fuera de José Sánchez en “El Montecillo”, dicen que de mejor valor comercial.
En otro cuartel una partida de vacas, algunas a punto de parir y otras con paridera reciente son custodiadas por “guasón” un precioso toro semental que fuera tentado por Morante de la Puebla, con nota, y destinado a padrear esta ganadería zamorana que, aunque pequeña de momento y limitada en recursos, está haciendo bien las cosas y cuyos frutos empezarán a sazonar el año que viene. Pero vamos al día en sí que se nos van los tiempos y las líneas en recuerdos y anhelos de otras épocas. Viendo al primer añojo metido en el mueco recuerdo porque me viene a la cabeza la copla:
Toda su estirpe en las brasas
todo el pasado en tres hierros.
En cada gesto toda la sangre,
en cada rito toda la historia.
Le tapan los ojos y el animal ahoga nervioso el mugido cuando su ganadero le marca a fuego el anagrama de Santa María de los Caballeros, bien es verdad que abreviado con una S y una M juntas formando una SM coronada, señal inequívoca de su origen y procedencia. Por su parte Juan Carlos hace con una tijera la hendidura en la oreja derecha y aplica el producto sanitario para cicatrizar la herida. Varios hombres sujetan al animal en el mueco, en tanto se le aplican los hierros candentes que producen un humo denso y un olor picante a torrezno frito y pelos, inconfundible en esta labor campera.
El empresario Luis Miguel Ballesteros, con mono verde y guantes de trabajo, se aplica al cuento y coloca los hierros de la Sociedad ganadera a la que pertenece esta vacada.
Uno a uno la casi veintena de animales que hoy tenían su prueba de iniciación, de fuego, entre mugidos y extrañezas han ido recorriendo las corraletas y mangas hasta llegar al cajón en donde se les inmoviliza para la operación que se hace con profesionalidad, agilidad y sentido práctico. Todos ellos llevan el 1 como año de nacimiento (2011); el símbolo de la asociación de ganaderos de lidia; el guarismo de fuego y el emblema de Santa María de los Caballeros.
Caras conocidas de amigos y gentes que se arriman a presenciar este oficio y fiesta campera, de lo más popular, que se realiza con las reses bravas. Hasta desde Asturias se habían venido unos cuantos a presenciar el acontecimiento y el manejo para la ocasión. Y lo bueno es que no se olvidaron ni de la sidrina para echar un culín.
También está por allí Luis Antonio Rodríguez “Taru” , popular ganadero y empresario, que tiene en tierras de Valladolid sus toros y que organiza festejos con extraordinaria animación de público. Precisamente con Luis hemos visto todas las reses, montado en un cómodo todoterreno, apreciando su conformación, su estilo, su encornadura y sus formas de desplazarse en el prado en donde se encuentran, mientras el semental “buenmozo”, orgulloso de su harén, está elevado en un pequeño promontorio del terreno, contemplando y rumiando el verde pasto del Valle de la Guareña, el zamorano lugar donde se aloja la intensidad de los toros bravos.
Al final, carne a la brasa, bebidas, compartir el pan y la sal hablando de toros y de esperanza.
OTRO HERRADERO. ESTA VEZ EN PALENCIA
La verdad que la cita estaba en Calzada de los Molinos en donde la ganadería de Jesús Caminero y de Concepción Quijano se ponía de largo allá en la palentina Tierra de Campos para herrar 60 machos y hembras y estrenar nombre y hierro en su finca de El Pisón.
La familia Caminero, donde los padres de la saga, mis amigos Simón y María Jesús, hacen de anfitriones amables y reciben en su casa a invitados y curiosos en este día de fiesta donde el oficio de ganadero marca a fuego, nunca mejor dicho, el porvenir de la explotación de bravo para los próximos años.
Este Hierro nuevo de Jesús Caminero y Concepción Quijano (CQ) señala reses de Andrés Palacios, Chospes y Sonia González, de encaste Domecq y Daniel Ruiz y de sus animales esperan los criadores lidiarlos en novilladas picadas.
De aquel día de fiesta pasado, con la mirada del patriarca Simón por entre los hierros de las vallas metálicas de corraletas y dependencias, trasudando esperanza y órdenes, captado por la cámara fotográfica de Santos Lorenzo, tiene en las siguientes fotografías un recuerdo.
Nuestro deseo, a Caminero como a tantos y a tantos ganaderos de bravo que dedican su vida, su tiempo, su dinero y su profesión al cuidado de reses bravas, nada más que darles las gracias por su esfuerzo ímprobo y ojalá que alguna vez sean recompensados como su esfuerzo se merece.
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