Día de fiesta en la explotación ganadera de la Cigoñera, a la abrigada del río Carrión, con un tiempo espléndido y soleado que desdijo las previsiones anunciadas, porque había “bautizo” de fuego a los becerros de saca de este ciclo 2016.
Momento agradable para un ganadero como Simón Caminero, el campechano, esforzado y locuaz Simón, el de los pelos blancos que, rodeado esta vez de sus nietos, sonrió de satisfacción con el deber cumplido, un año más, de su vocación ganadera. En la compañía inseparable su esposa María Jesús, encargada junto con Conchi Quijano y otras mujeres y el vallisoletano Senovilla que saca la carne con temple de las brasas y nos cocinó unas patatas con costillas para quitarse el sombrero. (¡Senovilla, al master chef!). Pedro y Jesús, hijos del matrimonio ganadero, al marro con los hierros candentes; Santiago García Hoyos, el veterinario a la supervisión y control sanitario del medio centenar de becerros que hoy se han marcado, 30 hembras y 20 machos; Romo y Manolo Lobato echando una mano y poniéndose, una vez acabada la faena, delante de una becerra, moviendo con gracia y soltura la capa, por aquello de genio y figura, no se olvidan. Además un amplio número de curiosos, amigos todos, acudieron para ver la labor, apreciarla, entenderla y gustarla y, sobre todo olerla en esa chamusquina de humareda con el olor acre característico a pelos fritos, alrededor de una lumbre y tomando el sol cartaginés de Carrión de los Condes. Un sol apacible, sereno, acogedor que daba alegría al prado donde revoloteban bandadas de jilgueros y mugían los toros y vacas y los cabestros sabían de idas venidas al abrevadero del agua y del forraje.
El primero de los de la saca de este año: Un torete de nombre “caratonta”, de pelo negro mulato es el primero en pasar por el cajón metálico, mueco, al que se le quita el crotal amarillo de nacimiento y se le coloca el naranja definitivo, una vez herrado, como si recibiera bautismo y confirmación a la vez, y tras marcarlo, sale suelto y con brío, con la cabeza alta, buscando la querencia de las reses que esperan en una parte del prado.
Hecha la faena campera y completada la actividad ganadera, todos se reúnen alrededor de la mesa en una de las salas de la ganadería. Allí se sirven patatas con costillas. Después, panceta asada, carne a la brasa y dulces de Carrión de los Condes y pan de trigo y vino de Valladolid que ponen los cuerpos a tono, alivian del cansancio, sirven para participar en una mesa y alegran una jornada de risas , buen humor y recuerdos.
En el entreacto y, mientras torean una becerra, recorremos con Simón las instalaciones para ver el ganado: Primero una estupenda partida de novillos, todos de pelo colorado, de Macua y de las Monjas, bien presentados y mejor alimentados, lustrosos que se encaran mientras miramos desde la telera que nos separa de ellos. Luego, los erales de Caminero, que perezosos rumian la mañana soleada y que al vernos se encaran con los extraños. Las vacas de Sánchez Herrero y de El Montecillo, una de las cuales acaba de parir una cría y la encontramos encamada en el suelo mientras la madre, a pocos metros, con la placenta recién echada, nos mira con recelo.
Simón Caminero y María Jesús a quien todo es poco para agasajar a quienes se acercan a su casa, nos despiden con amabilidad y el afecto que nos profesan, mientras tres pavos reales pululan por el tejado de la quinta y airean sus plumas de colores a la luz intensa del mediodía. Mucha suerte, ganaderos
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Fotos José Fermín Rodríguez
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