Un mediodía desapacible, con lluvia en turbiones, aire y frío, no impidió que los salmantinos presididos por su alcalde Alfonso Fernández Mañueco homenajearan a su torero Julio Robles, doce años después de su muerte. Concitando amistad y cariño hacia el diestro que les encandiló y les hizo saborear de otra forma el toreo, la memoria de Robles, el matador de Ahigal de los Aceiteros en donde duerme el sueño eterno, revivió entre los aficionados. Y entre ellos, Santiago Martín el Viti, prestigioso decano en esta ocasión e incansable colaborador en pro de la tauromaquia quien dijo que «la actitud de Salamanca, recordando esta efeméride triste, aumenta siempre el sentido humano que ha tenido el espíritu de la tierra charra».
La mayor de los hermanos, Candelas , y Florindo y sus hermanas hicieron un ofrecimiento de flores en la estatua que hay erigida en la plaza de la Glorieta, cuna de tantos sueños para los toreros, custodiada por dos agentes municipales vestidos de gala y donde tres efigies junto a la del toro encampanan y ornan el lugar con bronces de torería y belleza: Santiago Martín; El Capea y Julio Robles. Luego todos posaron para los fotógrafos de los medios desplazados allí para recoger en sus retratos un año más el merecido recordatorio del torero salmantino de sonrisa sincera y gesto tranquilo.
Las Peñas taurinas helmánticas estuvieron presentes en el homenaje así como otras venidas desde diversos puntos de Castilla y León: La Federación de Valladolid; Peñas de Zamora, Salamanca y Palencia, así como ganaderos, toreros, subalternos y hombres y mujeres del mundo del toro que escucharon la plegaria elevada a lo alto por el capellán de la Plaza de toros. Entre sus emocionadas palabras recuerdo ahora mismo, el traje de luz con el que entró en la gloria hace doce años, rindiendo su alma a Dios, tras una vida llena de destreza y honradez toreras. Julio Robles fue recordado con cariño en la oración elevada, mientras a cobijo y cubierto de la lluvia todos los labios musitaban una oración en el silencio del mediodía salmantino. Después, la Banda de música municipal de Salamanca interpretó diversos pasodobles toreros y por encima de todos, se elevó a lo alto las notas de su armonía torera, «el arte en el cielo«, en emoción contenida y mientras se depositaban a los pies de su estatua las flores, las lágrimas y el recuerdo agradecido, por aquel torero hacia el que tantas veces sonó en su honor durante la faena a un toro bravo en el ruedo de la Glorieta. Después, un rayo de sol se asomó por entre las nubes y el rostro radiante del torero, tras conseguir las dos orejas, pareció sonreír a todos.
El Alcalde Alfonso Fernández Mañueco dijo que este homenaje sirve para reforzar el compromiso con el mundo del toro, «que tiene un gran interés económico tanto por las ganaderías asentadas en Salamanca como por la gran cantidad de personas vinculadas a él». En esa línea, animó «a quienes creen en él» a que lo sigan defendiendo «en una línea positiva y constructiva, como hizo Julio Robles, que llegó a dar la vida por él».
A buen seguro que quienes no estuvieron físicamente presentes, al llegar el mediodía también elevaron una oración y un recuerdo por la memoria de un torero salmantino único e irrepetible que padeció su pasión tras la cogida de un toro en Beziers que lo desgració para siempre, postrándolo en una silla de ruedas hasta morir un 14 de enero de 2001.
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