La Casa Consistorial de Medina de Rioseco, la ciudad de los Almirantes, a unos pocos días, unas pocas horas para que suene el pardal por la Rúa y los santos de palo recorran la Semana Santa más espectacular y bella de la provincia de Valladolid, ha homenajeado in memoriam a Emigdio Herrero Ríos, un aficionado taurino de postín, natural de Villabrágima, en la segunda de las jornadas programadas dentro de la XX Semana cultural. La Peña taurina “Jorge Manrique” convocó a los aficionados que llenaron la sala a una charla coloquio en la que se rindió un homenaje in memoriam a un buen aficionado de esta tierra. Un hombre discreto, afable y educado, a decir de cuantos le conocieron.
EMIGDIO HERRERO RÍOS, natural de Villabrágima fue el segundo de siete hermanos en la familia de Ignacia y Eustasio. Labradores curtidos en serenos y mañanadas; dificultades y fatigas; esfuerzo, carácter y voluntad: Dionisio; Regina; Herminio; Ángel; María Luisa y Jesús. Su infancia, sencilla y austera como la de la mayoría de los presentes, fue forjada por Don Claudio y Don Miguel, los maestros de Villabrágima, mientras doña Agustina enseñaba a las chicas la forma de bordar, hilar o confeccionar un apaño, un remiendo, un zurcido en las viejas escuelas de Villabrágima. Fue Emigdio cristiano viejo, recibiendo la doctrina de Don Eustorio, Don Gumersindo o Don Ramón, cuando su pueblo en otro tiempo era abundante en actividad y población. Rompió sus primeras alpargatas con su amigo Domiciano por las calles de Villabrágima junto a la Iglesia de Santa María, viendo cómo el Atrio de la Iglesia, sitio histórico y emblemático pues allí tuvo lugar la primera entrevista entre el Rey Felipe II y su hermanastro “jeromín”, Juan de Austria, tras jornada de caza en los oteros y montecillos de la Santa Espina, se paró en Villabrágima a descansar. Y antes que su Convento que en épocas recientes fue cine del pueblo, en los años 40 conocidos como del hambre Emigdio, muy joven y buscando otra perspectiva y solución a su vida emigró a Madrid, donde vivió ya el resto de su tiempo.
Trabajó en una fábrica de hilaturas en Alcalá de Henares y haciendo las visitas acostumbradas y obligadas a su pueblo y a su familia, cada vez más extensas.Se casó con Patrocinio, su mujer y compañera, animosa también en el fomento de la afición taurina de su esposo, de la que tuvo tres hijos, dos chicos Juan Carlos y Luis Miguel, y una chica, Marina, estupenda aficionada, pues era ella quien acompañaba a su padre a las corridas de toros.Emigdio recogió a lo largo de su vida, mucho material taurino, objetos, fotografías, libros, documentos y papeles con los que creó en su casa un pequeño recinto donde se agolpaban los recuerdos, las dedicatorias de los toreros, cartas, adornos y evocaciones de todas las ferias de España a donde fue a ver las corridas de toros. Todo este fondo documental que cuenta también con una colección de frascos de vidrio en donde se guarda albero de las plazas de toros, trajes como el corto del Albaicín, Ignacio Rafael García Escudero, que llevaba cuando tomó la alternativa en las Ventas de Madrid el 17 de octubre de 1943 de manos de Cagancho, que le cedió el toro “Huevero” de la ganadería de Ignacio Sánchez, y Gitanillo de Triana como testigo y que se lo regaló a Emigdio para su museo. O el cuadro original de la inauguración definitiva de la Plaza de toros de las Ventas, en el barrio de la Guindalera, el 21 de octubre de 1934, con Belmonte, Marcial Lalanda y Joaquín Rodríguez “Cagancho” en el cartel. Una biblioteca importante de colección de libros taurinos diversos… En fin una colección recogida a lo largo de los años por su extraordinaria afición a los toros.El homenaje es a un hombre sencillo, humilde, discreto y educado que no levantaba la voz; de carácter afable, trajeado y con corbata que recorrió las plazas de toros de Santander, Sevilla, Bilbao, Madrid, Valladolid, Valencia, Málaga… y Rioseco por san Juan a ver a los Peralta en la tradicional corrida de toros a beneficio del asilo de ancianos, recogiendo antes el cartel que le guardaba su amigo Fernando, el del Bar Nelson, para la colección.Era conocido por muchos toreros, tanto que le entregaron su dedicatoria como puede verse en las fotografías firmadas cariñosamente por ellos. En Madrid asiduamente visitaba en el Sanatorio de toreros a aquellos diestros que convalecían de sus heridas en la lidia y pasaba horas y horas en el hall de un hotel hasta llegar a saludar, ver y estrechar con un abrazo al torero.Se preció de la amistad de su amigo Antonio Molina, el cantante de la voz alta de estilo inimitable, que gozó de gran popularidad al frente de numerosos espectáculos teatrales, de su mujer Ángela Tejedor y de sus hijos. Émigdio visitaba a Antonio y estuvo con él especialmente, ayudándole y animándole, especialmente cuando se vio obligado a abandonar el mundo del espectáculo al diagnosticársele una fibrosis pulmonar, que se agravaría hasta su muerte en 1992. En este público homenaje brindado por la Peña Taurina Jorge Manrique y por la Federación taurina de Valladolid, se ha recordado a los hombres, viejos aficionados, que han hecho posible la expansión, la multiplicación, la abundancia, el aprecio y el interés de aficionado por la fiesta de toros, tal como EMIGDIO HERRERO RÍOS, uno de los nuestros, de aquí, entregado a la causa de los toros por vida y obras.
Su gesto, despegado, llano y cordial para sus paisanos y cuantos aman la tauromaquia, su esencia y su eternidad, la gran obra humana que es una corrida de toros para engendrar, como dice Wolff acertadamente, arte y obras de arte. La presencia del alcalde de Villabrágima Víctor José Arce, del de Rioseco Artemio Domínguez, de la familia de Emigdio con su viuda Patrocinio al frente y sus tres hijos Juan Carlos; Luis Miguel y Marina y dos de sus hermanas Mari y Regina y muchos aficionados de Cigales, La Mudarra, Mucientes, Tordesillas, Valladolid, Villabrágima y Rioseco que llenaron el local, completaron una noche muy emotiva por entre los muros de la Casa Consistorial de Medina de Rioseco en memoria de Emigdio Herrero Ríos.
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