Acabó el serial en el coso de Cuatro caminos dedicado al apóstol Santiago y el comienzo del festejo ya llevó en sí mismo un premio a todas luces exagerado, como fue el indulto de «madroñito«, un bravo toro de Adolfo Martín que abrió plaza y le correspondió a Manuel Jesús el Cid.
Verdad es que los premios pródigos y abundantes siempre suelen causar en más de una ocasión desmerecimientos que consecuciones propias, galardonando el trabajo y buen hacer en la cabaña brava. Tal es el caso no ya de los indultos que están bien siempre y cuando sirvan para mejorar la semilla de una ganadería, pero el artículo del Reglamento es taxativo y claro: «Cuando una res por su trapío y excelente comportamiento EN TODAS LAS FASES DE LA LIDIA, sin excepción, sea merecedora del indulto… al objeto de preservar en su máxima pureza la raza y casta de las reses…»
El mandato es más que claro, «SIN EXCEPCIÓN». Y «madroñito» no apretó al picador que le instrumentó dos varas. Esperó en banderillas y, tras la estupenda faena de El Cid que no excelsa, el animal salió en varios momentos con la cara levantada, en vez de humillada y deseosa de beber el albero negro por arrastre del hocico. Pero el público se arrancó a pedir el indulto del entipado toro de Adolfo y El Cid siguió toreando por ambas manos, especialmente en dos extraordinarias series con la zurda y, ya se sabe que donde hay patrón no manda marinero. Hechas las consultas, el Presidente exhibió el pañuelo naranja y toro para las vacas.
Creo que el toro fue merecedor del pañuelo azul cum laude, pero me parece excesivo el premio del indulto, a juzgar por el juego extraordinario desarrollado por el bravo animal de Adolfo Martín, aunque las cosas son como son. Lo demás, casi lo habitual de estos días. Y en la retina del recuerdo el temple de Perera y las ganas sin resultado de Talavante. De lo demás, aquí paz y después gloria que se nos va el tren. No sin antes dar las gracias a la empresa municipal de la Plaza de Santander por su atención hacia este medio de comunicación en la Feria de Santiago de 2016 y echando en mi soledad de menos a mi compañero Fermín, el fotógrafo, que escribe con imágenes los festejos a donde vamos.
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