Lo que hizo ayer Javier Castaño en Castellón a un toro de Miura merece figurar en los mejores anales de la tauromaquia, por poderío, saber, valentía, belleza, riesgo y temple. Todo completo, luciendo al extraordinario toro de Zahariche, haciendo todas las suertes con gusto y cariño por la fiesta, dando el sitio y citando desde la distancia, el matador salmantino Javier Castaño puso muy alto el listón ya en el mismo nacimiento de la temporada.
Javier Castaño ha empezado a arrear duro en el preciso y precioso momento de empezar, desde el minuto uno, nada más imbuirse en el terno de luces para dar cuenta en la feria de la Magdalena a una corrida de toros que se anunciaba como el desafío ganadero. Javier Castaño, que había cortado una oreja del bravo miureño corrido en segundo lugar, redondeó su merecido triunfo grande con el quinto, otro ejemplar con el que mostró de nuevo su sentido del espectáculo, la renovación del festejo y el lucimiento del toro en todos los tercios de la lidia. Y su cuadrilla, especialmente el espigado torero abulense David Adalid, que ya había brillado en el primero, volvió a banderillear, asomándose al balcón, con airosa gracia y zalamería. Incluso la banda de música se arrancó en su homenaje durante el segundo tercio, por lo bien hecho de la suerte. En la muleta, Castaño citó al toro de largo, dándole la exagerada distancia, de punta a punta del ruedo, poniéndole la muleta plana, quieto, fijando, embarcando la brava embestida y dándole la salida para continuar en la ligazón de los pases en una faena de cercanías que emocionó y llegó sobradamente a los aficionados del tendido. Tras la estocada, arriba en lo alto y perfilándose en la distancia, marcando los tiempos, cortó merecidamente las dos orejas.
Puede decirse sin temor a errar que la faena del sábado en Castellón de Javier Castaño ha sido pletórica, increíblemente bella, rebosante de verdad y torería.
Este hombre ha echado la pata palante y creo que merece si no el reconocimiento venerable del público, la ovación, el cariño, el afecto, por desplegar toda la grandeza del toreo que ya casi teníamos olvidada y además ante un toro de Miura, de los de verdad, de caja, trapío y arboladura. Javier Castaño se lo ha ganado por méritos propios y por su extraordinaria puesta a punto, torería y amor demostrados en todas las suertes de la increíble y bella fiesta de toros, la de la verdad.
Javier Castaño ¡qué pedazo torero eres!.
Fotos: Archivo y F. Rodríguez
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