Ayer domingo, con el cielo encapotado y amenazando tormenta, con un calor de mil demonios, se celebró en Villanueva del Conde, la localidad salmantina a las faldas de la Peña de Francia junto al parque natural de las Batuecas, una novillada con motivo de las fiestas patronales en honor de San Sebastián y San Fabián. Para la ocasión, Andrés Sánchez, el diestro charro encargado de organizar el festejo trajo dos novillos de muerte de la ganadería de Esperabé de Arteaga, grandes, lustrosos, cuajados y con trapío. Tan conformados estaban que a la cuadrilla del torero encargado de despacharlos le dijeron que era mejor que no los viera porque si no, se marchaban a casa por cualquiera de los túneles o callejones estrechos de la localidad. Tal era la corpulencia y constitución de los animales.
Pesaron 275 kilos en canal lo que da una idea de su volumen y resultaron, como en botica, variados de juego y de resultado: El primer novillo magnífico, con embestidas claras, humillando y «colaborando» con el torero y el segundo, con peligro sordo, más tosco y recio de embestida y «nada colaborador» , como si esto de los toros fuera ciencia exacta. La novillada, media novillada habría que decir con propiedad, porque se estoquearon dos recios toretes de Esperabé fue lidiada por Jorge Sahagún, el novillero de Villafrechós, con oficio, determinación y buen resultado.
La cuadrilla del diestro vallisoletano, curtido en mil y una capeas de las que hay por estos pueblos del entorno, vestido de azabache con cabos negros y curada en sudores y metafísica como la formada por Raúl González; Jesús Herrero «herrerito» y «El Zorro» desempeñó un papel correcto, pleno de torería, banderilleando en lo alto y lidiando muy bien.
En su primero se ciñó en los lances de recibo y, luego con la muleta, le instrumentó una faena muy ligada y aplaudida por el respetable público salmantino. Se tiró a matar con fe, logrando la estocada que echó patas arriba al animal, recibiendo las dos orejas que paseó orgulloso por la plaza del pueblo, de firme irregular, con forma cuadrada. En su segundo, mansote y con cierto peligro bastante hizo con despenarlo sin acritud, por lo que dio una vuelta al ruedo.
Fue despedido con una larga ovación por el cariñoso y afable público. Y además cobraron religiosamente sus porqués todos los participantes, con lo que bien puede decirse que esta vez todo rodó a pedir de boca para tirios y troyanos.
Jorge Sahagún, integrante de la escuela taurina de Rioseco, va colocándose en uno de los puestos punteros del escalafón de novilleros vallisoletanos sin caballos y con afición desmedida por este mundo de los toros.
¡Enhorabuena, torero!
Deja una respuesta