Dos toreros, uno el matador triunfador al cortar tres orejas en su lote y otro un buen subalterno que además había bregado en el segundo de la tarde con acierto y sentido de la lidia fueron la cara y la cruz de la moneda en la corrida de esta tarde en la que se han lidiado seis toros de Torregrande, nobles, muy desiguales y con fuerzas justas ante un cuarto de plaza de espectadores que ocuparon el tendido de las Ventas de Valmojados en Mojados (Valladolid) y con una falta de organización más que importante. Vamos, poco a poco, con el relato de lo visto.
Primero, y ante todo destacar que los adornos, los adobos, los añadidos, como la presencia en la corrida de la Reina y Damas de las fiestas ataviadas en el palco con mantón y vestidas de gala no pueden ser acompañadas por galanes vestidos con camiseta, pantalón corto y zapatillas deportivas. Ya decía Cervantes que «un palo vestido, no parece palo», pero la impresión hoy de la comitiva joven que asistieron a la corrida con bastantes lagunas en sí dice mucho de la falta previsora de quien sea responsable de cuidar esos detalles.
Sin rastrillos para rastrillar el albero, como se atestiguó a la muerte del primer toro de la tarde, quedando un charco de sangre que precisamente Jesús Herrero se dedicó a tapar como pudo con sus zapatillas, echando tierra para no resbalar, hasta que dos operarios salieron armados de una rastrilla e hicieron como que alisaban el terreno. Tanto que un individuo que además actuó como improvisado alguacilillo pues entregaba las orejas a los toreros, con muestras evidentes de efusividad y alegría protagonista de una historia de otros momentos, cogió la rastrilla a uno de los operarios y le dio una lección práctica de cómo se alisaba el terreno, mientras aquél se encogía de hombros entre la hilaridad del público.
Sin banderillas para banderillear el primero de la tarde, olvidadas en otro lugar, en falta de previsión y control que debe recaer como marca el reglamento en el Delegado de la Autoridad, pues su función es la de revisar banderillas y puyas antes de la función. El caso es que alguien fue a por una caja de banderillas de las de palitroque enhiesto, de otra época, sin el seguro y muelle de caída que tienen los modernos rehiletes y que luego alcanzaron en más de una ocasión a los toreros golpeándoles en su cuerpo, que fueron las que a la postre se utilizaron porque no había otras.
Ya no hablamos del tiro de mulillas de arrastre que no salían ni en el tiempo de arrastrar al toro, en tensa espera como si se hubieran negado o apuntado a la huelga de tiros caídos.
Estas anécdotas de hoy en Mojados no dejan de tener su importancia en el desarrollo de la corrida porque hay que dar seriedad a todo lo que se ejerce y se ejecuta en este fantástico mundo del toro. Una corrida, puesta en escena con el esfuerzo y la dedicación de la empresa para lucir mejor las fiestas patronales, no puede tener luego estas lagunas tan complicadas, más que nada por la afición, digna afición, a la que se convoca en el tendido.
Y vamos a la corrida en sí que no ha tenido mucha historia salvo por el percance del subalterno de Tiedra, Jesús Herrero, alcanzado por el toro salinero quinto de la tarde, un toro cuajado, bonito de pelo, tras parearle en banderillas. Jesús perdió pie al salir del encuentro y el animal se cebó con él zarandeándole y golpeándole en un costado, por lo que fue llevado por sus compañeros a la enfermería y posteriormente trasladado a un centro hospitalario de Valladolid para exploración radiológica.
Joselillo, el torero de Valladolid, ha sido el triunfador de la tarde, al cortar tres orejas, dos al cuarto y una al que abrió plaza. La faena ante el cuarto mucho mejor compuesta y conformada que ante el flojo primero. Metido en harina, el diestro vallisoletano le recetó una gran estocada tirándose arriba y recibiendo en el encuentro un golpetazo en el pecho que le impedía respirar bien. Sobrepuesto y, rodado patas arriba el burel, los pañuelos pidieron con fuerza la oreja para el diestro vallisoletano que le fue concedida por partida doble, aliviando así el mal rato del golpetazo y forjando la sonrisa en el buen torero de la Victoria. Por aquello de los duelos con pan son menos, hay que reconocer que aflojado corbatín, chaquetilla y camisa, Joselillo respiró contento.
Javier Herrero, el diestro de Cuéllar, en su segundo intentó la ligazón de pases en su faena con estilo. Un pinchazo hondo y un aviso de recado recibió el cuellerano que salió a saludar al tercio. Ante el quinto, el salinero de mejor condición, cuajado, tuvo momentos muy templados y de buena ejecución rubricado con estocada y golpe de verduguillo.
El francés El Adoureño pechó con el peor lote de la tarde. Su primero sin fuerza ni recorrido intentó lidiarlo a media altura, sin bajar la mano para que no se cayera, pero el toro no se tenía en pie, desrazado y de flojera ostensible para la lidia. Con una media caída y perpendicular despachó al ejemplar. Frente al que cerraba plaza con las lentejuelas de los trajes de luces titilando por la luz artificial de los focos, cumplió pero el infortunio del puntillero que levantó al animal prudujo que cayeran dos avisos en el esportón del francés y cosechara el silencio del respetable.
En fin. Lástima de esfuerzos muchas veces baldíos y maltrechos por las circunstancias que envuelven a las personas y que desdibujan la grandeza de una tarde de toros. Hoy en Mojados, sólo el torero Joselillo atravesó la puerta grande de la plaza. Lo demás, desde el Presidente hasta los areneros, para olvidar.
FICHA DE LA CORRIDA.
Plaza de toros de Mojados (Valladolid). Sol y buena tarde, sin viento.Un cuarto de entrada.
Seis toros de Torregrande, nobles, cuajados, con escasa fuerza
Joselillo, oreja y dos orejas.
Javier Herrero, saludos y silencio.
El Adoureño, silencio y silencio.
En la lidia del quinto toro fue cogido el banderillero Jesús Herrero recibiendo un fuerte golpe en el costado, sin lesión de cornada. Trasladado a centro hospitalario para revisión radiológica.
Fotos: José FERMÍN Rodríguez
Deja una respuesta