Cualquiera podría decir no querer a sus hijos con esos principios, pero hoy Juan del Álamo ha entrado por la puerta grande en el escalafón de los matadores, por su entrega, valor, pundonor y ganas ante dos toros de Francisco de Borja Domecq, “jandillas” demasiado flojos y sin fuerzas. Uno de ellos, el que abrió plaza de nombre “corregidor” pudo darle la vara de mando al torero de Salamanca que contaba con su peña, sus seguidores, su gente y sus amigos que le respetan, pese a darle un disgusto al comienzo de la faena, al enhebrarle en un giro rápido de cuello, a mitad del muletazo, que lo elevó a lo alto peligrosamente, pero, sobrepuesto del susto y de la angustia, fue capaz de hacerle entrar en razón.
Juan del Álamo estuvo asentado, con todas las ganas de agradar en este toro que brindó a sus padres, presentes en el tendido. La flojera del animal, un negro mulato chorreado de Jandilla estupendamente presentado, pero flojo de canillas como si tuviera alferecía, con caídas y agachadillas más propias de un animal sin pinta de fuelle ni resoplido, no hizo pleno ni completó el éxito del espada toricantano, a quien el Juli doctoró a las siete menos diez de la tarde, en presencia de Miguel Ángel Perera, su amigo.
Lo había recibido en el tercio con lances algo comprometidos por el pitón derecho y mejores por el izquierdo, el cuerno “bueno” del toro. Con un puyazo y gracias fue cambiado el tercio por el Presidente Fernando Fernández, quien en esta ocasión no tuvo en cuenta la petición del público para premiar la faena ante el ejemplar de su alternativa, haciéndose el duro y evitando dar la oreja pedida mayoritariamente por la plaza, tal vez porque la media estocada que mandó al desolladero al toro no tuvo la grandeza de lograrse plenamente, aunque el volapié no estuvo nada mal.
Pero donde Juanito dejó de serlo y se convirtió en Juan fue en el que cerraba plaza. Y así con un cinqueño de nombre “afligido”demostró su cante bajo la lluvia que descargó con ganas en el coso de Cuatro caminos. Tras recibirlo de rodillas en el tercio, lo dejó prácticamente entero en varas y, comprendiendo que el toro tenía son, fuerza y alegría, brindó a la concurrencia lanzando la montera al albero y dándola la vuelta con la espada por dos veces hasta quedar boca abajo, por aquello del mal fario cuando queda boca arriba.
Estuvo Juan en torero, citando de verdad, con la muleta plana y con el estaquillador cogido por el centro. Series llenas de majeza y entrega, pundonor a rabiar, torería y ganas. Adornos para terminar y una estocada casi entera desatan el delirio entre el público. Pañuelos blancos al aire y naranjas de su peña de Salamanca presente en el tendido, sacuden el agua pidiendo las orejas. También los de la Peña astur deplazados al acontecimiento que posaron al entrar con Constantino Álvarez.
Lo cierto es que esta vez la decisión presidencial hace asomar dos pañuelos en la balconada, y en consecuencia, ordena se abra la puerta grande al toricantano de Salamanca, al final del festejo.
El resto de la corrida, hay que dejar dicho en primer lugar la poca suerte del Juli con su lote. El torero madrileño, pese a hacerlo todo ante el “endiablado” segundo y el “veraneante” cuarto por aquello del orden reglamentario en día de alternativa, no fue capaz de arrancar las ovaciones del público. Su torería poderosa, de personalidad, hoy falló estrepitosamente. Incluso a espadas que mata siempre como un cañón de artillería, esta vez los proyectiles le salieron falsos y fofos. Muy mal a espadas, saliéndose de la suerte, con ventaja y sin redondear una faena que él quiso pero el toro no pudo. Recibió el silencio del respetable y , dejémoslo ahí, pitos al toro en el arrastre.
Completaba la terna Miguel Ángel Perera, el espigado diestro de la Puebla del prior. Tan valiente con “aceituna” corrido en quinto lugar al que dejó también crudo en varas, sin picar, como en prevengan y tirando líneas con el “halcón” tercero.
Lo mejor estaría en el quinto, por aquello de no hay quinto malo. Recibió con un pase cambiado en el centro del ruedo, galopando el toro, codicioso y más bravo del encierro jandillero, y ya el público se entregó a su faena por la que le premiaron con una oreja.
En fin, lleno absoluto en la plaza de Santander, con unos vecinos argentinos que nunca habían ido a los toros y con los que nos cobijamos bajo un paraguas seis personas, tres de la fila cuatro y tres de la fila cinco, viendo a Juan del Álamo torear con gracia y sabor y oyendo a los de la peñas de sol echarles en cara a los de sombra el exabrupto: “Que se jodan los de sombra”, por aquello de las nubes que cubrieron el cielo de Santander en una tarde inolvidable para un torero de Salamanca.
FICHA DE LA CORRIDA Plaza de toros de Santander. Lleno. Seis toros de Jandilla, escasos de fuerza y flojos, aunque nobles, para El Juli, silencio y silencio. Miguel Ángel Perera, aplausos y una oreja. Juan del Álamo, fuerte petición y vuelta al ruedo y dos orejas.