Conocí a Juan José Padilla en una de sus múltiples tardes de intervenciones toreras allá en la localidad burgalesa de Roa de Duero, cuando aún no había recibido la fatalidad en su cuerpo con forma de fea cornada, propinada en Zaragoza, que le dejaron en el estado físico mermado en que hoy se encuentra. Una recuperación médica y psíquica ágil, rápida y consistente dieron al hombre vuelta a su ilusión por seguir en la brecha y en la brega de cada día en la profesión que lleva en el alma, que le gusta y para la que vive, sinte y piensa: El toreo.
Muchas líneas han sido escritas cuando el torero reapareció al principio de la temporada en la localidad pacense de Olivenza, ataviado con el parche en el ojo y con la cara desfigurada como consecuencia de las gravísimas lesiones sufridas. Después en todos y cada uno de los cosos en los que ha acudido, el público, con respeto y agradecimiento, puesto en pie, le ha tributado siempre una ovación fuerte y respetuosa antes de comenzar su faena, para la lidia del toro en tarde de corrida.
En alguna ocasión he compartido mesa de comentarios taurinos con Juan José Padilla y ahora recuerdo que en una de las ocasiones le presenté ante el público diciéndole que le consideraba torero desde que se levantaba hasta que se acostaba, no solo por su valor demostrado tarde a tarde y día a día, sino por su actitud sincera en la profesión, demostrada con creces en todas las plazas en las que se le requiere. Desde entonces acá, varias han sido las tardes en que he tenido que escribir acerca de sus faenas por esas plazas de Dios y siempre Juan me ha sonreído, saludado amablemente e interesado por la labor, con respeto y sinceridad.
Juan José Padilla, el ciclón de Jerez, es un torero de temple atragantado, pero de valor indudable, expuesto, que da todo lo mejor de sí mismo, expresando que el espectáculo debe estar justificado sobradamente en cualquier feria, sea grande o chica, pequeña o importante; resolución innata para entregarse del todo a la faena a riesgo y ventura, a jugarse la barriga ante las pasadas de un morlaco de sangre brava. Él no se dobla ni arquea su cuerpo con la belleza innata que a otros la naturaleza les dio. No es un junco de ribera flexible y grácil. Más bien es un gozoso y regocijado torero que ahoga su escaso bagaje artístico en la verdad por delante, sin triquiñuelas ni artimañas ante el toro, poniendo todo su cuerpo a merced de una fiesta única e incomparable como es la de los toros. Juan José Padilla, ejemplo para todos por fe, esfuerzo y capacidad de sacrificio, es un torero y padre, un hombre cabal y valioso hoy día y en estos tiempos que corren cuando la verdad se valora poco y el oropel produce más atractivo que la cruda realidad de la vida.
Amigo, Juan José Padilla, una vez te dije que eras torero desde el amanecer hasta que anochece. Ahora quiero decirte que has entrado en la nómina de los toreros eternos por tu valor, fe en el esfuerzo y entrega apasionada a la profesión que un día escogiste en la plaza de Algeciras. ¡Ánimo, y que Dios te bendiga!.
fotos: José Fermín Rodríguez.
loli cabello dice
mucha verdad en esas palabras.