Fue el último día de mayo, cuando aprieta la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor, en remedo del romance juglaresco, antes de empezar la novillada sin caballos que habían programado en Ledesma, la vieja, señorial y bella localidad charra, cuando conocí personalmente a Juan José, un hombre que tiene por bandera la Tauromaquia y, lo que es mucho más importante, la dirección de la Escuela taurina salmantina que patrocina la Diputación provincial.
Uno de los muchachos de la escuela de Salamanca hacía esa tarde el paseíllo en la novillada sin picadores que José Ignacio Cascón, un empresario taurino joven y emprendedor, había anunciado en los carteles. Se trataba de Alberto Escudero, el chaval de San Muñoz, al que le cupo la satisfacción por su buen y aplomado toreo de salir por la puerta grande del Coso de Valladolid en la festividad de San Pedro Regalado. En Valladolid sería José Ignacio Sánchez, profesor de la escuela, el acompañante del muchacho y hoy en Ledesma fue con él nada menos que el Director, el responsable y el alma de la Escuela taurina, Juan José García Corral, torero por la gracia de Dios y de la Fuente de San Esteban. Testigo de nuestro saludo, charla e intercambio de pareceres el también matador Luis Reina, el pacense que venía a su vez con otro chaval de su centro taurino.
La impresión de esta persona podrá ser más o menos subjetiva según quien la cuente; ahora bien, por sus obras los conoceréis. Creo que Juan José que lleva casi una treintena de años al frente de la Escuela taurina de Salamanca ha hecho y sigue realizando una labor impagable para la Tauromaquia. No hay más que ver la lista de nombres, consagrados ya, que orlan la relación de matadores, subalternos y hombres del mundo del toro, salidos de ese recinto ganadero de primer orden donde está la sede de la Escuela taurina de Salamanca y donde, día a día, los chavales se esfuerzan por asimilar las enseñanzas de este torero que, mientras estuvo en activo, llegó a ocupar los primeros puestos del escalafón, hasta que le alcanzó la desgracia en forma de accidente de circulación que le desgració la vista y le apartó del toreo para siempre.
Aunque todas las personas que quieren seguir en este peculiar y formidable universo taurino tienen su sitio sean de la condición que sean y estén animosos y entregados a la causa de su propia vida, la actividad de Juan José entra en la búsqueda y promoción de nuevos valores, savia nueva que accede al toreo. Y Juan José la tiene afirmada y bien ya desde hace una treintena de años dirigiendo con acierto la escuela taurina de Salamanca.
Por eso, para mí su saludo, sus palabras y su afecto supusieron un bálsamo en estos días inciertos de entrañable alegría personal.
Estas cosas, para muchos insignificantes, son las que luego dan con el tiempo la medida de la grandeza que encierra el arte de torear. Muchas gracias Juan José por tu esfuerzo y dedicación.
Foto: J. López
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