Me escribe un empresario taurino que lleva toda la mañana del lunes al teléfono intentando conectar con un departamento de la Seguridad Social de Ciudad Real, Comunidad de Castilla la Mancha, para formalizar sus contratos de los próximos compromisos de festejos para los que ha sido llamado y elegido. Amargamente se queja y con razón que le remiten siempre al mismo número que normalmente no da ni llamada y cuando da llamada, sale la dichosa maquinita hablando automáticamente para que marques y digas sí o no. Con los nervios a flor de piel, hace todo cuanto le dice la impersonal voz, mientras escucha tiempo y tiempo una melodía, pero que nadie descuelga el teléfono ni se pone al aparato.
Él, con el coraje lógico y la indisposición por esta falta de atención tan flagrante en un organismo público que debería estar al servicio ciudadano a fin de solucionar en vez de entorpecer, impedir y obstaculizar cada vez más su función empresarial y, no se olvide, de cotización para que la administración siga recaudando, monta en cólera, pero no sabe qué hacer. Tan sólo utiliza la red social para denunciar esta falta de profesionalidad y atención al ciudadano. Esta ausencia de seres humanos de ambos sexos que, funcionarios que cobran a fin de mes, no son capaces de atender con la diligencia, precisión y profesionalidad que se requiere, forman también parte de este bucle, una peligrosa espiral en la que estamos cayendo, de falta de vergüenza, levantando un clamor cada vez más fuerte por un reajuste total, de arriba abajo, que colme el disparate al que nos enfrentamos en todos los sentidos.
Los empresarios taurinos, como el resto de cuantos se dedican a una actividad económica, chocan muy a menudo con disposiciones legales de unas y otras Comunidades autónomas en la materia que les atañe dispar, diferente, con normativa distinta según el lugar en donde desarrolle su actividad. Ahí está por ejemplo el corpus de legislación taurina tan variopinto y diferente según se trate de dar toros en Navarra, en Castilla y León, en Andalucía o en el País vasco, por poner un ejemplo. De manera que muchos de ellos que tratan de ganarse el pan con su esfuerzo y su trabajo, deben llevar a su lado un amplio abanico de expertos en leyes para su asesoría, y poner a mal tiempo la buena cara cuando acuden a cualquiera de los organismos oficiales de la administración que regulan y autorizan o no los espectáculos taurinos a recabar el preceptivo permiso. Para eso hay y puede haber arreglo, pero no para lo impersonal, lo amorfo y lo inútil.
Es una cuestión de calidad y servicio, no de cantidad, pues con esta última se difuminan los problemas en un mar de basura inútil e infructuosa que, además, impide que se produzca la mejoría económica que todos anhelamos. Y en fin, hoy por hoy, aunque toda generalización es odiosa, el ejemplo del servicio de la Seguridad social de Ciudad Real que ni está ni se le espera, es el síntoma más que evidente de degeneración en la que parece está cayendo toda la administración del Estado. ¡Ya está bien!.
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