Saca esta mañana el diario Tribuna de Valladolid una nota en la que dice que algunas peñas taurinas piden a la empresa que gestiona la plaza que reconsidere la opción de convertir la última corrida de feria, del 11 de septiembre, en un festejo de ocho toros para dar cabida al matador vallisoletano José Miguel Pérez Joselillo y al alcalde que convoque el trofeo san Pedro Regalado y «Por último, también lamentan que la Federación Taurina de Valladolid se haya desvinculado de estas reivindicaciones». Entre las peñas firmantes del «comunicado» Afición vallisoletana, El Juli, Ricardo Maldonado y Jóvenes taurinos.
Es curioso que hagan protagonista de su lamento a nuestra Institución de una desvinculación que ni la conocía, ni se la ha informado, ni sabe de ella, ni se la ha preguntado si quiere o no vincularse a la propuesta y aprovechen, ya que el Pisuerga pasa por Valladolid, para mencionarla como entidad al margen de la misma. Eso sí que es lamentable.
Todo muy reivindicativo por aquello de dar cierto picante a una salsa ya de por sí buena como es la programada feria taurina de Nuestra Señora de San Lorenzo, única e irrepetible, a lo visto hasta la fecha. Otra cosa es entrar en las decisiones empresariales y mercantiles de una empresa y querer condicionarla en el desarrollo de su actividad mercantil. Ella, como todas las entidades, tiene sus recursos y sus miras para hacer rentable una actividad en la que trabaja, recoge opiniones, asume riesgos y ejecuta el plan previsto bajo su responsabilidad. A veces en este asunto se olvida, lo solemos olvidar muy a menudo, que las empresas son las que se juegan su dinero en la preparación de una feria, las que organizan y mueven sus hilos, sus peones, sus actos y su actividad para desarrollar su trabajo y programación de los festejos con el mejor resultado de los posibles.
De siempre, las peñas, agrupaciones, grupos y sociedades taurinas por lo general han creído y creen que su influencia es imprescindible, intocable, necesaria, para cualquier empresa que desee realizar la actividad de dar toros. Eso sí siempre hay personas que como los consejeros áulicos decían y decían al emperador al oído, pero no hacían nada. Y si a eso se añade que los consejeros tienen voz donde exponer sus personales deseos, utilizando y metiendo en su misma ocurrencia, pues ya están sembrados los caramillos en el aire.Tamaño error del que ya deberían haberse desvinculado. Al final quienes deben dar la cara en el escaparate del espectáculo son otros.
Caraduras egoístas que siembran vientos y luego recogen tempestades por su mala cabeza, por su lengua propagadora de voces, maledicencias y mentiras, en lugar de difundir razones, más o menos atinadas, actitudes, composturas y sosiego ante una actividad que otros ejercen. Al final, esto es como casi siempre: Una cosa es predicar y otra dar trigo.
Las Peñas, como la Federación, como tantas y tantas organizaciones sociales comunitarias constituyen muchas veces una forma de tapar la individualidad y el deseo de quien las rige. Sin embargo la suma de los individuos y de sus particulares opiniones no debían suponer menoscabo alguno para tener la idea clara y diáfana de una causa justa y no aupar el egoísmo personal de nadie.
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