A Ramón Gutiérrez, “Ramón Navalrosal” como él mismo se denomina en la red social, le ha caído un premio por la crianza de un novillo, bravo y encastado, lidiado en Cabanillas del Campo (Guadalajara), declarado ganador . El animal, un Núñez legítimo, lucero, bien conformado y hecho, con divisa verde y oro, se llamaba “madroño” y estaba marcado con el número 45.
Navalrosal tiene sus fincas “El Cercado” y “Las Escardosas” en Llerena y Badajoz y su antigüedad data del 27 de septiembre de 1998. Comenzó con reproductores del hierro de Sonsoles Aboín y Peñatella, a los que añadió con el tiempo otro lote de Adela Amago de Martín Arranz, de origen Núñez. Y poco a poco la ganadería ha ido conformándose hasta llegar a la vacada actual íntegramente conformada con reses de origen y encaste Núñez.
A lo largo del corto tiempo, los cuidados ganaderos, el esfuerzo y trabajo desarrollados en la explotación agropecuaria en la que el mayoral de la ganadería en otro tiempo José Manuel Rodríguez y Diego Almagro que en la actualidad ha recogido el testigo en esa función junto a su patrón Ramón “Navalrosal” y demás equipo de personas encargadas del cuidado de las reses, van dando paulatinamente los pasos necesarios para conseguir un toro propio del encaste, enrazado, bravo y con la movilidad, nobleza y fiereza precisas para que al aficionado le atraigan sobremanera esas reses.
Ramón mantiene la ilusión y este premio ha significado para él un reconocimiento merecido. También los ganaderos que no están en la cresta de la ola y de la moda, pero que tienen un producto de toro bravo digno de mayor atención, son merecedores de dedicación informativa, divulgación y conocimiento entre los seguidores y aficionados.
Hoy en día, y no quiero meterme en más dibujos, hay ganado bravo que está siendo silenciado, apartado y echado en el pozo airón que todo se lo lleva, porque las figuras no están por la labor de enfrentarse a él y matar esos toros, tal vez porque se van acomodando a la embestida tranquila, pastueña, repetidora, que va y viene sin apenas temor ni lance dominador alguno de ganaderías mal llamadas comerciales. Pero, si alguna vez se analizara despacio esta contingencia, seguramente serían de nuevo requeridos en las plazas para su lidia, porque vuelven a poner algo que se está perdiendo en las mismas y es la emoción.
Ramón Navalrosal puede estar feliz y contento con su premio, sencillo sí, pero profundo, emotivo y reconocedor de un esfuerzo, de un trabajo y de una entrega ganadera que no puede perderse.
Como a mí me gusta decir en más de una ocasión, “las peladillas de Navalrosal colocan a un torero en la medida de su línea de poderío, torería, arrojo y valor, sobre todo cuando triunfa con él”. Y tras lo visto un día y otro, sigo pensando lo mismo.
Por eso, enhorabuena a la ganadería de Navalrosal por ese premio merecido en el corredor del Henares y recordar a los aficionados que hay una cita obligada con una corrida de toros en Roa de Navalrosal, que será lidiada por Antonio Ferrera, Morenito de Aranda y Rubén Pinar el día de la Virgen de Agosto. Allí nos veremos si Dios quiere.
Fotos: José Fermín Rodríguez
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