Ahora que estamos en una etapa del Certamen de Tentaderos con nuevas caras de chicos y chicas que quieren ser toreros y recogemos en intervenciones aspectos de aquellos momentos en que los inicios en este proceloso y complicado mundo de los toros con el protagonismo siempre por bandera de la honradez, la capacitación, el sufrimiento y la entrega a una vocación plena que da sentido y fuerza a tantos y tantos muchachos que quieren llegar, bien está conocer la pequeña historia de uno de ellos. Unos se quedan en el camino, otros siguen adelante con mejor o peor fortuna pero lo que no se puede negar a ninguno son las ganas, el veneno inoculado de vivir la vida que ellos quieren y han elegido.
La baraja cada vez tiene más cartas pero pocas manos para repartir en ese juego de ferias de cada temporada. Hoy veo con emocionada alegría aquel momento del debut con picadores de un muchacho al que hemos visto empezar desde su bisoñez y con el que tengo, a través de la emoción y locura de su padre Blas García Perdiguero, una cierta inclinación y propósito de verlo triunfar y entrar en el campo que se mueve alrededor de sus muñecas y de su cabeza con una muleta en la mano.
La fotografía de aguante estoico, pese a la cornada que le había propinado el toro en la plaza francesa donde debutó con picadores, es más que elocuente de una raza especial de torero que, como otros muchos, se sobrepone a las dificultades, a los dolores y a las desgracias para inmolar su vida en una vocación grandiosa como es la de torero. No importa la sangre que mana de esa fuente abierta en la pierna derecha donde clavó el pitón el toro con saña. Un corbatín hace de torniquete y la mirada del torero, superando el dolor punzante, serena, espera que ruede tras la estocada antes de verse en el hule de la enfermería donde el sabio cirujano zamorano Enrique Crespo Rubio, gran samaritano, le curó. Eso, digan lo que dijeren es raza torera.
Es muy posible que este año sea el de la alternativa de Álvaro García y que la tome en la feria de San Sebastián de los Reyes, razón más que suficiente para estar allí viendo el acontecimiento singular cuando un torero ya bregado unge al neófito para que continúe en la lid hasta el corte definitivo de la coleta por la razón que sea.
Álvaro García tiene entre nosotros un botón de atención informativa, lo mismo que otros que ya pasaron ese Rubicón del crisma torero, alcanzando por méritos propios la merecida meta de llegar al escalafón de toreros.
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