Y era un hombre bueno. Tal fue la personalidad de un torero desvencijado que se ha pasado de la raya y entregado a la causa antitaurina por aquello de “arrepentidos los quiere Dios” criticando con acerba, áspera y tosca virulencia a sus antiguos compañeros que visten de luces y van de plaza en plaza al encuentro de su amigo inseparable, el toro de lidia.
Bien es cierto que las actitudes de bondad consisten las más de las veces en un egoísmo desaforado, exigente y belicoso para imponer a los demás las ideas, las tesis, las opiniones y lo que es peor, su personal y particular modo de vida. Es la locura en la aspiración de considerar al propio yo como centro único y absoluto endiosamiento sin percibir ni por asomo de que haya otros muchos yoes que se reparten la realidad de la vida.
Vienen estas reflexiones a cuento por la actitud de un torero colombiano llamado “El Pilarico” como se anunciaba en los carteles y Álvaro Múnera Builes en su documento de identidad quien en la actualidad se encuentra postrado en una silla de ruedas como consecuencia de una cogida por un toro llamado “terciopelo” en un pueblo de Albacete hace ya treinta años que lo desgració para siempre y que ahora en Colombia ha cambiado de bando e interés y ejerce de activo antitaurino insultando duramente a los toreros, llamándolos asesinos, y promoviendo los incidentes producidos entre los antis de Colombia contra los toros.
Partiendo que cada uno tiene derecho a cambiar de opinión en el momento que estime oportuno, es cuando menos paradójico y extraño que se muerda la mano que le da y le dio de comer cuando sus recursos personales se paralizaron por la desgracia. Álvaro llegó a decir en una entrevista tras su accidente y con las ayudas y entregas desinteresadas de sus compañeros diestros para hacerle más llevadero las consecuencias de aquella tragedia, que “siempre llevaré a los toreros en mi corazón por la gratitud que les guardo y lo bien que se han portado conmigo”, especialmente hacia su íntimo amigo José Cubero “Yiyo” el torero de Colmenar.
Bastante tiene ya en su vida personal el torero colombiano Munera “El Pilarico” llevando su desgracia como para hacerle diana de dardos envenenados por su irracional cambio de actitud hipócrita, al pasar de taurino a antitaurino tan ricamente, como si de una chaqueta a otra se tratara.
En conclusión todo esto es cuestión de la moral, la política y los negocios. Se enrevesan los términos de modo que lo bueno sea malo para que lo malo pueda venderse como bueno, tal y como acertadamente razona Agustín García Calvo, el filósofo zamorano. Y para algunos lo que ayer era bueno, hoy es malo y viceversa tal vez porque bueno y malo sean lo mismo.
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