Durante estas fiestas de la Peña he tenido la fortuna de presidir las corridas de toros celebradas en el coso de Valdehuertos, intentando hacerlo como mejor sé y puedo, entendiendo siempre que es fundamental el servicio, adecuación y mejora de todo lo relacionado con el espectáculo.
En la corrida de toros del miércoles de la Peña, el diestro José Garrido y miembros de su cuadrilla me preguntaron en el patio si existía capilla en la plaza para recogerse en esos momentos previos antes de echar a andar el paseíllo.
Son los momentos íntimos de los toreros que quieren recogerse y acogerse a su fe antes de arriesgar el pellejo frente a un toro de lidia pues ese espectáculo es el único en donde se muere de verdad, no como en el teatro o en el cine donde todo es ilusorio y mentira.
A José Garrido solo pude decirle que sentía mucho que no hubiera capilla en esta plaza de toros, un sitio pequeño y recogido en donde entrar los toreros a medida que van llegando a la plaza, tal y como sucede en todos los cosos de España.
Personalmente pediría a los responsables municipales, propietarios del coso taurino que, al menos una de las dependencias anejas recientemente construidas se destinara para colocar en ella una imagen de la Virgen de la Peña, y unos reclinatorios o bancos en donde los toreros pudieran encomendarse a lo Alto, pidiendo la protección de la Divinidad en el trance que a continuación le espera.
Mi solicitud tal vez caiga en saco roto. Pero no estaría de más que en el primer habitáculo al lado del patio de cuadrillas se estableciera la capilla para los toreros que así lo deseen.
Creo que en Tordesillas, sitio en donde el toro tiene su atracción y predicamento, bien estaría disponer de una pequeña capilla para centrar y acoger la oración de unos hombres toreros que desean rezar encomendando su suerte a Dios, a la Virgen o a su Santo protector antes de salir a la plaza.
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